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Foro Economico: mercado y socialismo

La Economía es una disciplina paradójica: demanda una saludable dosis de sentido común, pero se rige por una lógica impecable; trata del ser humano, pero hay escuelas de pensamiento que han logrado desnaturalizar su enfoque para presentarla como ciencia exacta, que no lo es; y posee una poderosa epistemología. Hay, además, ideologías opuestas que ubican claramente a los que hallan solaz en la tutela del Estado y el instrumento de la planificación, y a los que proponen al mercado como el foro sin par del intercambio económico.

La insistencia ideológica de quienes predican el socialismo como instrumento de organización económica y social se origina en la ignorancia de la historia, la epistemología, la metodología y la correcta aplicación de los principios que rigen la disciplina económica. El dislocamiento del socialismo radica en la imposibilidad de ente, organismo, máquina o persona alguna de abarcar el conocimiento de los incontables eventos de intercambio que constituyen los procesos del mercado. Al negar o relativizar la validez de la propiedad privada (pues yo no puedo vender o adquirir algo que no sea o vaya a ser mío) el socialismo desbarata el sistema de precios y pierde el acceso a la información que es condición requerida para transar en el mercado. Los resultados del socialismo se resumen en la pérdida de la libertad de actuar, emprender o escoger, y, consecuentemente, en la disminución individual y colectiva del bienestar. Basta explorar el mapa económico mundial para hallar que no hay una sola economía socialista presente en el mapa de la prosperidad, pero sí abundan en el mapa de la pobreza global.

La economía ecuatoriana es de corte socialista, con sus componentes centralistas, burocráticos, planificados e hiperregulatorios. A manera de grillete pesado, dicha estructura conspira contra la prosperidad. El sonado fracaso y expoliación que el experimento socialista le ha propinado al país, malgastando la mayor afluencia de recursos que jamás tuvimos, ha despertado el interés por entender qué es el mercado, y apreciar por qué en el Ecuador, salvo un par de asomos en los ochentas y noventas, no ha existido la economía libre en sus formas definitorias de institucionalidad, fundamentos legales, mentalidad, y resultados. Sin embargo, conceptos como dinero de los contribuyentes versus dineros públicos empiezan a calar al darse cuenta de que son los ciudadanos quienes con sus impuestos mantienen las funciones y actividades de los gobernantes. La imposibilidad de que el Banco Central produzca dinero falso nos revela la limitación de recursos. La percepción de que el gasto público desaforado es una patología permite “cortarle la viada” a los populistas. Son todos signos saludables de cambio que, debemos entender, son procesos de largo aliento para cambiar la mentalidad de gobernantes y gobernados.

El mayor misterio de la economía de mercado radica en el hecho de que el orden observado en el intercambio económico nace del “desorden” de las voluntades individuales.

Es de esperar que con el afianzamiento de ideas menos primitivas respecto del mercado podamos hallar la ruta del progreso material que nos ha eludido por tanto tiempo.