De los fariseos de hoy

Monseñor Romero se instaló junto a los perseguidos. Al notar el peligro político fue al Vaticano y se sintió apoyado. Un año después volvió y Juan Pablo II, conservador, no le generó esa sensación de apoyo que sintió con Pablo VI un año antes.

¿Alguna vez los conservadores toman riesgos por la vida de los que no son iguales? Luego a monseñor Romero lo mató la dictadura.

En 1965 Pablo VI estuvo en la Asamblea de la ONU diciendo que “la vocación de esa organización es hacer fraternizar, no a algunos pueblos sino a todos los pueblos”. ¿Difícil empresa? Sin duda alguna... ¿Quién no ve la necesidad de llegar así, progresivamente, a establecer una autoridad mundial que esté en condición de actuar eficazmente en el plano jurídico y político? “Haced de modo que podáis traer a vuestro seno a los que se hubieran separado de vosotros. Estudiad el medio de llamar a vuestro pacto de fraternidad, con honor y con lealtad, a quienes todavía no lo comparten. Haced de modo que quienes están aún fuera deseen y merezcan la confianza común; sed entonces generosos en concedérsela. Y vosotros, que tenéis la fortuna y el honor de pertenecer a esta Asamblea de la comunidad pacífica, escuchadnos: haced de modo que nunca sea menoscabada ni traicionada esa confianza mutua que os une y os permite hacer cosas buenas y grandes”.

Pablo VI pedía a la política mundial que no se canse de construir un mundo unido.

Después del Concilio Vaticano II las misas dejaron de ser en latín y los sacerdotes de cara a la gente y en su idioma celebran a un Dios que ama insondablemente.

Por otro lado, unos sacerdotes de la iglesia Santa Teresita en Samborondón predican que el legado más preciado de los padres de la fe es una misa en latín, que el papa Francisco es una caricatura liberal y califican de chiste la santidad de Pablo VI, a quien además le dicen nefasto por no condenar al infierno a los comunistas y detener los fusilamientos de disidentes políticos. Dicen que las mujeres deben ser obedientes a sus maridos.

Pienso en ellos y recuerdo eso de: ¡Ay de aquellos que abrumen a la gente con cargas insoportables!