
Familias que saltaron al otro lado de la frontera
Solo le dieron media hora para salir de su finca en Tumaco, Colombia. Así, con lo que llevaba puesto y con la pena de abandonar su hogar, Germán Benavides llegó a San Lorenzo, Esmeraldas, hace ya 10 largos años.
Solo le dieron media hora para salir de su finca en Tumaco, Colombia. Así, con lo que llevaba puesto y con la pena de abandonar su hogar, Germán Benavides llegó a San Lorenzo, Esmeraldas, hace ya 10 largos años.
Hoy, con los 40 cumplidos, los ataques suscitados en la provincia verde le hacen revocar los amargos recuerdos de la violencia que se vive en el vecino país y que, al igual que él, hace que muchos colombianos migren a Ecuador en busca de paz y trabajo.
Sin embargo, la tranquilidad con la que Germán transitaba por Esmeraldas se está viendo mermada, pues asegura que así inició la violencia en su país y teme que la provincia que le brindó trabajo caiga en lo mismo.
Germán comenta que no tuvo opción. Los insurgentes en aquella época le dieron a elegir: cultivar coca o entregar mensualmente 5 millones de pesos. En ese mismo tiempo, un vecino suyo se negó y terminó asesinado.
Su llegada fue dolorosa. Tres años pasó sin saber de su esposa e hijos, antes de poder traerlos a Ecuador. La desesperación de no saber cómo sobrevivían en la frontera lo angustiaba. Hoy, su hogar está estable, al igual que su trabajo como machetero en una plantación de palma.
Una suerte diferente corrió María Villegas. Ella es oriunda de Buena Ventura, un poblado más alejado de Tumaco.
La mujer, que lleva también un lustro en el país, no puede ver a sus hijos. Los dejó con su madre en Colombia cuando tenían 7 y 4 años. Su exesposo en ese entonces fingió estar muerto para que los insurgentes no le siguieran pegando. Ella salió corriendo y huyó a Ecuador.
Ahora vive con temor, ya que no sabe en qué momento pueda explotar una bomba, pase algo y tenga que volver a empezar. Sus ojos se entristecen al ver al cantón San Lorenzo militarizado.
“Uno ya vivió la violencia. Salimos a buscar paz y ahora no sabemos qué pueda pasar”, comentó María.
Algo similar cuenta Jhon. La desconfianza de que existan infiltrados en el cantón esmeraldeño hace que no quiera revelar su identidad.
Jhon sostiene que los ataques en el país son recién el comienzo. Eso ha hecho que exista un cierto rechazo contra ellos por ser de Colombia y más aún si no tienen papeles de refugiados.
“Yo soy hombre de campo. Al que decide trabajar honradamente, le toca salir o morir en Colombia”, señaló.
Ahora solo espera que la organización y trabajo de las Fuerzas Armadas y Policía Nacional frenen los ataques. “Esto es como una enfermedad. Si no la tratas, avanza. Lo único que me da fuerzas para seguir es que sí veo que las entidades están actuando”.
El deseo de un futuro pacífico
En un pequeño parque de San Lorenzo al pie del malecón, una pareja con sus tres hijos llegó hace 20 días de Tumaco. Ambos esposos se mostraban optimistas de buscar una nueva vida en Ecuador. Para ellos, que fueron recientemente sacados de su finca a machetazos, el sitio es tranquilo. Esperan poder sanar sus heridas del alma y dar un futuro pacífico a sus hijos.