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Diario EXPRESO cumple su primer medio siglo de existencia en tiempos de revolución digital y posverdad.EXPRESO

EXPRESO, un diario para ciudadanos intelectualmente responsables

Manifiesto por un periodismo analítico y consecuente

¿Para qué sirve un periódico en la época de la revolución digital de las comunicaciones? Se dice que cualquier persona con un teléfono móvil conectado al internet, una tecnología básica al alcance de casi todo el mundo, se convierte en un potencial periodista. 

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Armada con tan escueto equipo, esa persona está en capacidad de poner a los ciudadanos directamente en contacto con los acontecimientos a través de las redes sociales. Ahora bien: si cualquiera es periodista, ya nadie es periodista; si desaparece la mediación editorial entre los acontecimientos y el público, ya no existen las noticias, sino los simples hechos; si la gente asiste a esos hechos directamente, ya no hay lectores sino testigos. ¿Qué sentido tiene esperar al periódico de mañana para que me hable de lo que yo mismo puedo ver el día de hoy?

Parece una situación harto ventajosa en la que la gente misma es la dueña de su propia información. Por eso, no falta quien ha visto en este nuevo orden de la comunicación una suerte de liberación del debate público al servicio del ciudadano común. Y, sin embargo, estos también son tiempos de posverdad: nunca antes en la historia hemos tenido razones para sentirnos menos seguros de lo que vemos o creemos ver. ¿Somos testigos directos o víctimas de un engaño? ¿En qué medida nuestras propias percepciones, fundadas más en emociones y creencias que en datos, pesan más que los hechos objetivos?

Políticos inescrupulosos manipulan nuestros sentimientos y crean una realidad paralela que solo existe en sus cabezas y en las nuestras. Y que no tiene nada que ver con los hechos de la realidad real: lawfare, manos limpias, modelos exitosos… Los políticos crean relatos y los ciudadanos que se los compran los defienden ardorosamente y contra toda evidencia. La opinión pública se ha vuelto un campo minado donde las posturas se enfrentan cada vez con más vehemencia. En esa batalla campal aparece un nuevo modelo de responsabilidad social: la de los ciudadanos que deciden no dejarse manipular. Que saben que su decisión de no creer en relatos que contradigan los hechos objetivos y la realidad demostrable contribuye a formar una mejor esfera pública y a elevar el nivel del debate, hoy lamentablemente por los suelos. Para esos ciudadanos intelectualmente responsables, la mediación editorial que ofrece el periodismo, aunque tecnológicamente prescindible, es conceptualmente irremplazable.

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Carta desde la Redacción de EXPRESO

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Esos son los ciudadanos a los que se dirige Diario EXPRESO: los que quieren pensar por cuenta propia.

Tenemos unas élites políticas que se complacieron en enviar, como si fuera lo más normal, analfabetos funcionales para que los representaran en la Asamblea Nacional. Es decir: analfabetos funcionales propiamente dichos (no es una exageración ni una figura retórica), gente que no es capaz de leer un texto de corrido sino con mucha dificultad y sin entender la mitad de lo que está escrito; gente que se ha pasado dos años conspirando, haciendo tratos ventajosos (y vergonzosos) y debatiendo sobre el día del bizcocho mientras el país se cae a pedazos. Y cuando finalmente son destituidos mediante mecanismos constitucionales sin que nadie lo lamente, al contrario, con el aplauso de todo un país que los aborrece… ¡Sus partidos los vuelven a enviar! Hay algo profundamente retorcido en esa manera de razonar que los políticos tratan de vender como natural a los ciudadanos y que aquellos que prefieren no pensar por cuenta propia han decidido comprar.

Es la irresponsabilidad intelectual de las élites políticas en un país donde basta con ostentar la condición de “mujer manabita” para ser considerada una buena candidata a la Presidencia y donde el publicista que diseña una campaña basada en la reivindicación del borreguismo es visto como “un genio”.

Un país donde las élites empresariales y económicas se encierra en urbanizaciones privadas, en Samborondón o el valle de Tumbaco, y no se responsabilizan de nada de lo que ocurra al otro lado de su verja, aunque eso que ocurre sea la contaminación de su propio entorno y la pudrición de su propia agua. O construyen una fortaleza de garitas entre las cuales no se puede caminar porque no hay ni veredas y la llaman ‘Cumbayork’, como si la pretenciosa comparación se resistiese a la falta total de espacio público. Élites que viven en fuga: empiezan por abandonar la calle, el bar, el barrio, la ciudad y terminan por irse (al menos mentalmente) del país. No les preocupan los problemas de la universidad pública porque no estudian en ella; ni la crisis de los hospitales públicos porque no los requieren, no es problema suyo. Y terminan sin poder salir a tomarse un helado con sus hijos por miedo a que los secuestren. O abandonando las lindas casas de verano que compraron en aquella playa que hoy está en medio territorio narco.

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La información, mucho más que datos conexos

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Porque la irresponsabilidad intelectual pasa factura.

Diario EXPRESO ha asumido el único reto que le cabe al periodismo en tiempos de revolución tecnológica, sí, pero también de posverdad y de irresponsabilidad intelectual: el de acompañar el proceso de aquellos ciudadanos que decidieron pensar por cuenta propia y en función del país. Los que ven más allá de su metro cuadrado de confort. Ellos necesitan mediación editorial para acceder a hechos confiables. Eso implica ir más allá de aquel ejercicio notarial al que muchos políticos quisieran ver reducido al periodismo. 

EXPRESO cree en su obligación de analizar e investigar, ofrecer perspectivas y lecturas sobre la realidad, no meramente registrarla o, peor aún, pretender que la realidad es la suma cero de versiones opuestas sobre un mismo hecho. Para ciudadanos con responsabilidad intelectual, un periódico donde también se piensa por cuenta propia.