Eufemismos

Tanto los políticos como los miembros de algunas de nuestras más sacras instituciones han creado una suerte de lenguaje paralelo, lleno de giros semánticos, con palabras, términos y frases que intentan, de alguna manera, minimizar, maquillar o encubrir la realidad.

El robo de bienes públicos no es tal, sino “un error de buena fe”; un desfalco es un simple “desvío de fondos”; no hay un descalabro económico, sino “un crecimiento negativo”; quienes secuestran, asesinan y colocan bombas no son terroristas, sino “grupos irregulares” o “combatientes por la libertad”; no existe delincuencia sino una “percepción de inseguridad”; ya no se aplican “paquetazos” sino “ligeros ajustes presupuestarios”; los impuestos no se suben, solo se “ajustan”; la “flexibilización laboral” en realidad significa reducción de los beneficios de los trabajadores; en Venezuela no hay una “crisis humanitaria”, sino “problemas económicos y escasez”. Y así por el estilo hasta el cansancio.

Lo importante es enredarse en vericuetos verbales y en galimatías, que mientras menos sean entendibles, es mejor. Como decía George Orwell en 1946 en La política y el idioma inglés: “el lenguaje y los escritos políticos son ante todo una defensa de lo indefendible” y que cuando hay verdades incómodas, aparecen “los eufemismos, peticiones de principio y vaguedades oscuras”.

Los eufemismos también son usados para justificar el encubrimiento de actos delictivos de los miembros de importantes instituciones. Así, las violaciones y los abusos sexuales de menores de edad por parte de un alto prelado de la Iglesia católica, que estuvo a punto de ser condecorado en su ciudad natal, son simples “irregularidades de una oveja descarriada”. O el caso de otro sacerdote, que utilizando su condición e influencia sobre los jóvenes, abusó de ellos con torturas que iban desde apaleamientos hasta electrocuciones, y es calificado de “conducta inapropiada”. Así como hay que llamar al pan pan y al vino vino, un pederasta es un pederasta, y un sádico es un sádico, y deben ser juzgados como tales.