Ser estadista

Hay diferencias de fondo entre ser estadista y ser, simplemente, político. Confrontado el estadista con problemas de fondo, no adopta este tan solo las salidas fáciles o las soluciones cosméticas.

Haciendo gala de su legendario ingenio, Winston Churchill alguna vez expresó que “el político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones, y no en las próximas elecciones”.

Problemas de fondo los hay. El modelo de gobierno está quebrado, y el modelo económico es inviable.

Y ¿cuál es el modelo de gobierno? Democrático solo lo es en apariencia, pues los elementos fundamentales del sistema: la independencia de los poderes, el equilibrio de fuerzas que reflejen la voluntad popular, el imperio de la ley, y el descargo de responsabilidades en ejercicio de la autoridad, no son practicados por los gobernantes.

En cuanto al modelo económico, este dependió siempre de los precios excepcionales del petróleo, y permitió la práctica de una irresponsabilidad fiscal con ribetes únicos, sin equiparación, en la historia del país.

Hoy es necesario cambiar los rumbos.

No pueden ser los protagonistas del pasado, y los que originaron los problemas, quienes deben ser los actores de hoy.

Más allá del cuestionamiento respecto de la capacidad y honorabilidad de muchos de ellos, incluyendo los jerarcas, sus ideas, propuestas y actitudes, demuestran su miopía y por lo tanto dejan de percibir más allá de sus inmediatos intereses. No gozan de la confianza de la gente, y ello no es producto de oposiciones políticas, sino de lo que el país requiere para emerger de una severa crisis que amenaza el futuro de las generaciones venideras.

¿De qué debe entonces preocuparse el estadista? O se es presidente de un país, o se es secretario general de una tienda política fracturada. O se acogen los planteamientos de la mitad que votó por el otro candidato, o se continúa como si ellos no existieran. O se implanta una actitud diferente en materia fiscal, o se sigue en el derroche y el malgasto, recurriendo a la herramienta de extraer más impuestos de la gente, o buscar el endeudamiento.

Es llegada la hora de escoger las opciones a seguir, y no simplemente efectuar proclamas que, al final del día resultarán proclamas vacías.