El Espresso: Lucuma
Lúcuma es la cafetería que cumple con mis antojos, esos deseos impulsivos por dulce que surgen alrededor de las 5 pm. Aunque a las 4:30 pm, el azúcar ya está que ronda por mi mente interrumpiendo todos mis quehaceres y con mi corazón con ganas del cafecito de la tarde.
Esa es la hora en que se me antoja no pensar, distraer la mente con un libro, con un artículo, con ganas de descargar el celular mientras mis manos sostienen una tacita con lo que el menú me quiera conquistar. El macchiato de Lúcuma está entre mis favoritos, diría que es único. La textura de la espuma de leche es perfecta y tiene su protagonismo. Mancha el café, pero deja que el sabor de este destaque..Es el indicado cuando me estoy dando ese me time, ese momentito dónde se me antoja estar solo conmigo.
Hay tardes en que se me antoja consentirme de más y pido mi macchiato con la funda de lenguas de gato que decora la parte frontal de la caja registradora. Son deliciosas y siempre recomiendo mojarlas un poquito con el café, como buena dulcera. Vienen en cantidad suficiente, entonces pueden entretenerse con pocas y luego llevar a casa. Aunque, si no se quieren engañar: ¡que sean todas bienvenidas!
A veces también se me antoja conversar con mi mami, mi alma gemela cafetera. Vivimos en sintonía y especialmente cuando coincidimos en preguntarnos al mismo tiempo “¿un cafecito?”. Normalmente nos damos el gusto con un par de espressos en casa, pero, cuando la invito a Lúcuma, ella acepta de inmediato. Allí ya lo saben: dos macchiatos y un chifón de naranja. Pedimos dos cucharas pero ella se acaba este gran bizcocho sola. De lo poco que he probado, sé que el cítrico del chifón viene excelente con el amargor del café. Y allí en Lúcuma, sentadas en un mueble que me recuerda a casa, se me antoja contarle lo que me tiene feliz, triste, ansiosa, emocionada y todo lo que nace contarle a una mejor amiga.
Los días que visita mi abuela, se me antoja engreírla. Sus pisadas abriendo la refrigeradora a las 5 pm para revisar si hay helado se escuchan en toda la casa. Si hay una campeona en dulce, es ella. Entonces también la llevo a Lúcuma. Su favorito es el granizado de café, una bebida fría con un sabor intenso tanto como ella. Siempre me repite que no entiende mi obsesión por un café más chiquito, mientras yo no entiendo cómo ella puede acabarse el granizado y luego ir a merodear entre los pedazos de torta de la vitrina.
Hay tardes que también se me antoja verlo a él. Le escribo, y por la hora, ya sabe que tengo en la mente un café. Él es otro fanático del macchiato y comparte esta filosofía de jamás dejar la espuma en la taza (¿para que creen que sirve la cuchara?). Tenemos ese don de jamás agotar la conversación, por lo que siempre pedimos una segunda ronda. Para nosotros, un shot de espresso no alcanza para todo lo que nos queremos contar.
Finalmente, los días que se me antoja dejar mi espacio usual e ir a rodearme en un sitio de vibrantes paredes amarillas, voy a Lúcuma. Me encanta ese sentimiento de frescura de estar allí, solo porque se me antojó contar algo, escribir y decirles a todos dónde me gusta ira tomar café. Ya lo saben y se los repito: es Lúcuma, para ese antojo diario de ser feliz.
Hasta el siguiente antojo,