Comisión. La exministra Espinosa revisa la documentación que expondrá en su comparecencia de descargo.

Espinosa: 5 horas de desden

La exministra de Salud compareció por el juicio político en su contra. Negó las acusaciones y se declaró víctima de persecución política en un show mediático.

“Persecución política”. “Show mediático”. “Calumnias que acarrearían responsabilidades judiciales”. Una vez más, el ‘déjà vu’ de siempre. Sin ruborizarse siquiera, la exministra de Salud Verónica Espinosa repitió ayer, ante la Comisión de Fiscalización que la enjuicia políticamente por iniciativa de Mae Montaño, el mismo guion de todos los funcionarios correístas bajo sospecha. Y reprodujo también el mismo estilo. Llegó con barra propia: los integrantes de la Fundación Héroes de Vida, que la acompañaron toda la tarde con aplausos.

Arrancó su comparecencia dando lecciones sobre cómo se fiscaliza, lecciones que los integrantes de la comisión escucharon con estoica paciencia. Y continuó, durante las cinco horas que permaneció en la sala, con el conocido tono desdeñoso, irritado y desafiante (a menudo impertinente) que hizo escuela durante el anterior gobierno. Cinco horas. Fue una experiencia tóxica para quienes la vivieron.

Por supuesto, la exministra lo negó todo, empezando por sus competencias para ejercer el control y la vigilancia sanitaria de los medicamentos en la red de salud. Que a ella no le correspondía, dijo. Pidió leer un artículo de la Ley Orgánica de Salud según el cual “Es responsabilidad del Ministerio de Salud realizar el control sanitario de medicamentos a través de la Arcsa (Agencia de Regulación, Control y Vigilancia Sanitaria)” y concluyó, con una caprichosa interpretación jurídica, que ella nada tenía que ver con el asunto. “La competencia específica -dijo- fue entregada a la Arcsa”. Más aún: “Las funciones de vigilancia y control sanitario no me corresponden”. Tal cual.

Insistió muchísimo en este punto. Lo repitió cinco, diez veces. “Mis funciones eran establecer políticas y las he cumplido a cabalidad”. Y se entretuvo enumerando, orgullosísima, la larga serie de normas, instructivos, instrumentos técnicos y políticas generales de control sanitario expedidos durante su gestión al frente del Ministerio. Luego, con ese antecedente, se explayó en responder a su manera cada una de las acusaciones del juicio político.

Sobre las pruebas de VIH que el medio digital La Posta, con el respaldo de David Salomón, jefe de laboratorios de Arcsa, denunció como poco fiables: dijo que las pruebas funcionan, que se aplican en todo el mundo (incluyendo Europa y Estados Unidos), que están certificadas por la Organización Mundial de la Salud y que el ineficiente en esta historia es Salomón, que trata de ocultar sus carencias profesionales con denuncias infundadas y maliciosas.

Sobre el paracetamol infectado: que lo compraron los hospitales, no el ministerio (“mucho menos yo”), que no llegó a suministrarse a nadie y que se lo detectó a tiempo.

Sobre el cuadro básico de medicamentos, cuya aprobación tarda más de lo esperado: que la gestión depende del Consejo Nacional de Salud (que es un órgano colegiado) y que la demora se explica por razones técnicas.

En algún momento, hablando de este último punto, hizo un gesto teatral y rotundo, dejando caer con determinación un fajo de carpetas sobre la mesa, y anunció, solemne, su decisión de hacer caso omiso a los consejos de sus asesores jurídicos y “desenmascarar”. ¿A quién? A los chicos malos. Dijo que había “gigantescas presiones” para aprobar el nuevo cuadro de medicamentos, vinculó vaga y sinuosamente a La Posta en el asunto y reveló que había negocios por 300 millones de dólares que dependían de la decisión. Pero, pese al aspaviento y contra toda expectativa, no desenmascaró a nadie.

Durante todo el tiempo la exministra mantuvo el estilo prepotente de quien ha llegado a la Asamblea a impartir lecciones. Un lenguaje corporal hecho de gestos cortantes, desafiantes y agresivos, con profusión de comillas irónicas marcadas con los dedos y manotazos de desdén, como si espantara insignificantes mosquitos cada vez que se quitaba de encima un argumento adverso. Y un tono de voz cargado de soberbia, belicoso, ofensivo en sí mismo, incompatible con el diálogo. No tuvo más que atemperarlo, finalmente, cuando los miembros de la Comisión se dirigieron a ella con serenidad para plantearle preguntas. Pero la calma le duró poco. Enseguida se encontró a sí misma, otra vez, trepada sobre la ola de la superioridad moral tan típica del correísmo.

Maratónica fue la sesión. Arrancó a las doce y cuarto. A eso de las dos de la tarde, se repartió pizza. No todos mataron el hambre. Pasadas las cinco, un repentino olor a comida descompuso a los presentes: las oficialistas Carmen Rivadeneira y Karina Arteaga echaban mano (literalmente) a un seco de carne en tarrina. A esa hora concluía la ronda de preguntas que la exministra de Salud contestó aleatoriamente: algunas sí, algunas no, a conveniencia. Los aplausos de la barra despidieron a la exministra. La Comisión continuó sesionando para decidir asuntos de procedimiento. El plazo para entregar su informe vence el miércoles de la próxima semana.

El detalle

Plazo. Mañana viernes termina la etapa de recepción de pruebas y comparecencias. La Comisión tiene hasta el miércoles próximo para redactar su informe.

Mae Montaño

NO se aceptan más pruebas

La interpelante Mae Montaño pidió a la Comisión calificar nuevos documentos de prueba y comparecencias. La mayoría oficialista (Daniel Mendoza, Alberto Arias, Fausto Terán, Michel Doumet, Karina Arteaga, Carmen Rivadeneira y la presidenta, Johanna Cedeño) se lo negó aduciendo razones de tiempo.