Natalia Molina es investigadora del manglar y catedrática.
Natalia Molina es investigadora del manglar y catedrática.Cortesía.

Natalia Molina, la bióloga que ama el manglar

EXPRESO recoge en esta entrega perfiles de ciudadanos destacados que, desde sus campos de acción, han procurado ayudar al país.

Si el manglar pudiera ser bautizado en Guayaquil, seguro llevaría al menos uno de los nombres de la bióloga Natalia Molina. Desde la cátedra y la investigación académica, desde la gestión ambientalista, ha gestionado su preservación y ha advertido de su depredación.

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Molina coordinó y dirigió el Congreso Manglares de América y ha trabajado junto con los habitantes del Golfo de Guayaquil para denunciar la tala ilegal y buscar formas de preservación de este ecosistema.

Antes de entrar de lleno a trabajar con la naturaleza, y para huir de una fobia a las orugas que confiesa para este artículo, buscó ser azafata, pero no se dio.

Los caminos profesionales la llevaron a ser guía turística en Galápagos. Allí quedó maravillada con la naturaleza. Y empezó a investigar todo lo que pudo.

Cruzada la etapa de la región Insular, fue la primera guía con la que contó Cerro Blanco, de Guayaquil. Allí debió enfrentar la fobia a las orugas para siempre, al punto de hacerse cargo de una investigación que siguió los 24 ciclos de las mariposas.

Fue en esta ciudad donde conoció el manglar. “Cuando supe lo que estaba pasando, quise hacer algo. El manglar tocó mi corazón desde el inicio”, dice

A la par de que se convertía en bióloga, participó en un proyecto de restauración de manglares del Parque Histórico y luego ya no hubo vuelta atrás.

Ha empujado más de 40 estudios académicos y tejido una red de protagonistas que, como ella, ahora van de la mano de los habitantes del Golfo, trabajando y defendiendo a “la gente de la montaña salada” y a su ecosistema.