Albergues. La mayoría de los habitantes de Chamanga perdió sus viviendas. Ellos piden ayuda estatal

Esmeraldas duerme al aire

Un área devastada. Eso es el pueblo de San José de Chamanga, que fue el más afectado por el terremoto del sábado, en Esmeraldas.

Lo que algún día fueron casas, hoy son un montón de piedras, tablas o bloques arrumados sobre las calles. Según primeros cálculos de las autoridades del cantón Muisne, un 80 % de edificaciones se destruyó o sufrió daños de consideración.

Santa Benítez miraba ayer el suelo con los ojos llorosos. Recordaba la desesperación que sintió cuando ella, junto a sus padres de la tercera edad, se tiraron al suelo y la tierra se empezó a abrir por el movimiento telúrico.

“Mi casa se cayó. Toda mi familia está durmiendo en los albergues que la comunidad mismo hizo ese rato. Ahora necesitamos agua y alimentos. Luego casas porque aquí se perdió casi todo”, dijo ayer a EXPRESO.

En una sola cuadra hay ocho casas caídas. “Aquí funcionaba el centro de cómputo”, o “este era el local de los electrodomésticos” contaban ayer los pobladores mientras una pala mecánica retiraba los escombros. No queda nada.

La ayuda a Chamanga empezó a llegar ayer. El Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES), junto a miembros de Acnur, entregó colchones, alimentos y agua a un grupo de refugiados.

La prefectura de Esmeraldas entregó víveres y más colchones a la gente que había dormido, desde el sábado, en terrenos a la orilla de la carretera.

Junto a su hijo, Heriberto Bone, de 55 años, sacaba costales de ropa y otros objetos de valor de su casa, que tenía trizada la pared y las gradas pendiendo de unas varillas.

Cada cierto tiempo se secaba el sudor y levantaba la mirada, con nostalgia, hacia el segundo piso de la edificación. “Media vida me demoré levantando esta casa con mi sueldo de pescador. En minuto y medio se destruyó”, se lamentó.

La Corporación de Electricidad y Emelnorte empezaron a cambiar los postes y transformadores que se vinieron al suelo por el terremoto de 7,8 grados de magnitud.

En esta comunidad es difícil creer que no haya víctimas mortales y que solo unos cuantos están golpeados. Unos lo atribuyen a un milagro y otros a que era muy temprano y pudieron correr para ponerse a buen recaudo.

En cambio, la ayuda para la isla de Muisne, llegó en horas de la tarde. El domingo en la noche, en el albergue de la escuela de Pueblo Nuevo, a cinco minutos se Muisne, se comió arroz con carne o con atún.

Marilú Vásquez dijo que la gente estaba organizada por grupos: unos llevan las ollas, otros lo que tienen para comer. Pero hasta el domingo no contaban con agua, luz en las aulas y aseo para los baños que empezaron a emitir malos olores.

Al ser consultada respecto a qué le sucedió a su casa, Marilú se cubre los ojos. “Lo siento, pero los adultos quedamos que no vamos a llorar frente a los niños, ellos no nos deben ver tristes”, respondió a este Diario.

La capilla de Nuestra Señora de Guadalupe también fue habilitada como refugio. Las bancas de madera fueron remplazadas por colchones o cobijas que fueron colocadas en el suelo por los damnificados.

Brigadas médicas del Ministerio de Salud atendieron los casos de personas con hipertensión o de personas con ansiedad.

El barrio más afectado de Muisne es Santa Rosa. Las viviendas, en su mayoría de madera, colapsaron en el segundo sacudón. Ayer lunes algunos muisneños regresaron a sus hogares para tratar de recuperar objetos de valor. En medio de la desgracia, algunas casas fueron saqueadas contó a EXPRESO, Fredy Cheme.

“Si quieren ayudarnos, debe haber un apoyo integral. Empezando por una buena vivienda, seguridad y empleo. Aquí se ha ahuyentado hasta a los turistas”, lamentó.

Mayra Solórzano, vicealcaldesa de la localidad, explicó que la ayuda se está coordinando de forma paulatina. “San José de Chamanga fue impactada con dureza y, por eso, nos hemos concentrado ahí, pero todos van a recibir ayuda lo antes posible” dijo a este medio la funcionaria.

En Muisne tampoco, hasta ayer, había fallecidos. Solo personas heridas, dos con cierta gravedad. Sin embargo, se velaba a un adolescente de 15 años que murió en Pedernales, dentro de un gimnasio que se derrumbó.

Su madre, Betty Valencia dijo a EXPRESO que el chico fue invitado por su tío para que pase el fin de semana en la playa. “Este ha sido un dolor enorme, no resisto más. Pero sé que mi hijo murió haciendo lo que le gustaba: deporte”, dijo.