Los errores de Venezuela
Desde la crisis financiera de 2008 se ha criticado a los economistas por no predecir el desastre, por dar recetas erróneas para evitarlo o por no haberlo arreglado. Los llamados a nuevas formas de pensamiento económico han sido persistentes y justificados, pero el aniversario número 50 de la Revolución cultural china es un recordatorio de lo que puede pasar cuando se tira por la borda toda la ortodoxia. La actual catástrofe de Venezuela es otro: un país que debería ser rico está sufriendo la peor recesión, la inflación más alta y el mayor deterioro de indicadores sociales del mundo. Sus ciudadanos están pasando hambre y muriendo por falta de alimentos y medicinas. Cuando el desastre se estaba desarrollando, Venezuela recibió elogios de la FAO, de la Comisión Económica para América Latina, del líder del Partido Laborista británico, Jeremy Corbin; del expresidente de Brasil, Lula da Silva, y del Center for Economic Policy Research de EE. UU., entre otros. Entonces, ¿qué debería aprender el mundo al ver que este país ha caído en la miseria? Venezuela quedará como ejemplo emblemático de lo peligroso de rechazar los principios básicos de economía. Uno de ellos es la idea de que a fin de lograr metas sociales es preferible usar el mercado en lugar de reprimirlo, pues este esencialmente es solo una forma de autoorganización a través de la cual cada uno trata de ganarse la vida haciendo cosas que los demás consideran valiosas. La teoría económica estándar sugiere que se puede intervenir gravando algunas transacciones, pero dejando que el mercado haga lo suyo. La fijación de precios es un callejón sin salida corto y uno más largo el subsidio de productos para que sus precios permanezcan por debajo de su costo. Estos subsidios indirectos pueden crear desorden económico muy rápidamente. Según la sabiduría tradicional, si se desea cambiar los resultados del mercado es mejor subsidiar directamente a las personas con dinero que subsidiar los bienes, y es muy difícil crear una estructura de incentivos adecuada y disponer del “know-how” necesario para administrar empresas de propiedad estatal. Por eso el Estado debe ser dueño de unas pocas, en sectores estratégicos o en actividades en las que abundan las fallas del mercado. Haciendo caso omiso de esto, Venezuela se embarcó en un festín de expropiaciones y en todas estas empresas la productividad colapsó, lo que condujo a un exceso de endeudamiento y a problemas financieros, demostrando lo que pasa cuando se desprecia la prudencia y se trata a la información fiscal como secreto de Estado. Al quintuplicar su deuda pública externa en lugar de ahorrar para una época de vacas flacas, los mercados de capital internacionales dejaron de otorgarle préstamos, lo que llevó a las autoridades a imprimir dinero; la moneda perdió el 98 % de su valor y cuando cayó el precio del petróleo, el país no estaba en condiciones de absorber el golpe. Esto llevó al colapso de la producción interna y de la capacidad de importar, terminando en el desastre actual.
Project Syndicate