La entrevista

Tiene Ecuavisa un programa de contenido electoral que consiste en una entrevista a todos los candidatos, a los cuales califica con una frase que dice: políticamente correcto, según lo demuestre en la entrevista. Esta semana le tocó el turno a la candidata del Partido Social Cristiano y de Madera de Guerrero.

Cynthia Viteri volvió a demostrar en dicho programa su capacidad y su valor, no solo físico, sino muy notablemente, espiritual.

Acosada con la vieja muletilla de que el gobierno social cristiano de hace treinta años hizo tales y cuales cosas que vulneraron los derechos políticos de los ciudadanos, la candidata desbarató la ofensiva manifestando que cuando se inició el gobierno al que se referían, que fue el de León Febres-Cordero, ella apenas tenía dieciocho años y no se la podía acusar de lo malo, ni tampoco poner en su beneficio lo bueno que tuvo ese gobierno, porque como toda obra humana, nada que salga de un hombre o de mujer es perfecto. Pero muchos ecuatorianos coincidimos en que Febres-Cordero, desde la Presidencia de la República, hizo una tarea beneficiosa para el país y desde la Alcaldía de Guayaquil, elegido caudalosamente en dos ocasiones después de su gobierno, rescató a la más grande ciudad del Ecuador del abismo al que había caído y la enrumbó hacia el progreso sensacional, que continuaría Jaime Nebot, con el beneplácito del 80 % de los ciudadanos de Guayaquil.

Pero esta es la historia: la realidad actual es que Cynthia Viteri es una candidata con los méritos y los atributos para lucir la banda presidencial con verdadero derecho, con la esperanza fundada del pueblo ecuatoriano y con una capacidad demostrada reiteradamente a través de su desempeño en el Congreso de la República y en la Asamblea Nacional, cuya voz ha sido siempre el pregón de la libertad y la justicia.

A este respecto tuvo unas palabras que son como una clarinada. “No recordemos tanto el pasado”, dijo, “cuando lo más importante es construir el futuro”. Y hacerlo, decimos nosotros, desde casi los escombros en que ha dejado a la economía una demagogia de diez años.

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