Un enigma filosófico

Un enigma filosofico

Con su obra ‘El Fuego Invisible’, Javier Sierra, ganó el premio Planeta 2017. Fue invitado especial a la Feria del Libro.

Más de 2.000 kilómetros recorrió David Salas, para llegar desde Dublín a Madrid. Tendría unas vacaciones, después de tantos años de investigación. Se las merecía. Pero, lejos de ser un reencuentro con sus raíces, la capital española se convirtió en el escenario en el que, junto a peculiares personajes, no solo estudiaría la literatura. La escudriñaría desde su átomo más básico: la construcción de las palabras. Todo, para resolver el enigma universal del origen de las ideas.

Javier Sierra, la mente tras la historia, se confiesa como un amante de los misterios. Cada uno de sus trabajos está plagado de este elemento. Desde investigaciones periodísticas en torno a mitos sobre cuadros o catedrales, hasta esta, su más reciente producción y la ganadora del Premio Planeta 2017.

“Es un desafío que llevaba acariciando años, porque toda mi trayectoria está centrada en enigmas de la historia, pero también quería enfrentarme a otro enigma, uno más filosófico”, indica este escritor que con tan solo 11 años, ya producía sus primeros cuentos y al que la Feria del Libro de Guayaquil invitó para esta edición, convirtiéndose en la ciudad 47 que visita durante su gira.

Un tema de la filosofía contado a través de la novela, no es un hecho al azar. Sucedió porque Sierra cree que “la novela entra de una manera más dulce, que sí puede revolucionar la mente del lector y hacer que vaya a investigar. Eso es lo maravilloso”.

Además que entre las líneas que narran la aventura, la lucha contra los daimones y el descubrimiento del tesoro que devela el inicio de las grandes ideas se esconde una advertencia. “El mayor enemigo de las ideas es el ruido y esta es la época histórica más ruidosa de todas. No es solamente la bulla. El bombardeo de estímulos son los enemigos de la inspiración o de la creatividad”.

Hay otro llamado de atención que se podría sumarse en la narrativa de Sierra. David Salas, el incrédulo, que quería una respuesta tangible a sus cuestionamientos, es solo un reflejo de la supremacía que los humanos modernos le dan a lo visible, renunciando a lo que el autor considera una de las bases de la humanidad “la búsqueda de la trascendencia”.

Pero, lejos de ser un vaticinador pesimista del futuro, Sierra invita a detenerse y analizar. No condena sino que incita a ver más allá, una frase que aunque sea un cliché es la clave para que se comprenda que siempre existe otra perspectiva.

No es casualidad que las palabras sean el eje de estudio para Salas. Son ellas, las que a criterio de Sierra, contienen “el ADN del pensamiento profundo”, lo señala con pasión y moviendo las manos como si cada una de sus respuestas fueran moldeadas pacientemente. “Cada vez que inventamos una palabra, estamos inventando un mundo”, ratifica.

Su obra, casi 500 hojas que no intimidan por su extensión, es un viaje que cautiva, capaz de motivar a desconectarse. No de la manera en la que lo hacía el filósofo Parménides, encerrado en una cueva, sino forjando una mirada interna que incita a saltar la vara medidora de la sociedad y a atreverse, mediante la creatividad, a encender ese fuego invisible. Después de todo, cada vez que alguien da una respuesta sin convencionalismos está alimentando aquella luz, que la educación y los condicionamientos sociales intentan apagar.