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Encubrimiento mediatico legal

Nuestro país debe ser el único en el mundo que protege la identidad de delincuentes y presuntos delincuentes, pues cuando la noticia sale en los medios de comunicación y se conoce a los autores o cómplices solo se da de ellos un nombre y la letra inicial de su apellido, asegurándose con ese acto de encubrimiento mediático, su anonimato. Da lo mismo si han sido sentenciados por un juez o tribunal y se informa la pena que les ha sido impuesta y el delito que se les imputa. Tampoco vemos sus caras cuando se acompañan imágenes de los involucrados sino solo sus cuerpos, hasta los hombros o de espaldas, o con un borrón o veladura sobre el rostro, común en los casos de delitos flagrantes contra la propiedad frustrados o filmados por grabadoras ocultas. Desde luego que es inapropiada hasta rayar casi en el absurdo la norma o disposición administrativa o judicial que lo ordena, porque entendemos que debe haberla y tratarse de una norma de autoridad y no de una decisión de los propios medios, que de ser así estarían yéndose contra su objetivo básico de informar con apego a la verdad y con la mayor premura y detalle, el asunto motivo de la noticia. Si el medio de comunicación trata con el singular procedimiento de encubrimiento mediático de cubrirse de una posible acción calumniosa en el caso de delitos presuntos que no hayan sido judicialmente probados, el temor es infundado pues únicamente procedería contra el autor de una denuncia falsa y maliciosa, no contra los medios que la recogen y difunden pues solo estarían dando cuenta de un hecho, un procedimiento judicial. Lo reseñado, lo otro, simplemente linda con el ridículo si lo contraponemos a lo que agencias de prensa europeas, de EE. UU., Latinoamérica y otras regiones del mundo difunden a diario, especialmente tras la gran revelación de Julián Assange, nuestro ilustre asilado en la Embajada del Ecuador en Londres, a través del portal WikiLeaks, que hizo saber al mundo el espionaje universal realizado desde hace décadas por Estados Unidos de Norteamérica e instauró el derecho de los pueblos a saber la verdad, descubriendo los intereses ocultos que realmente encubre la política internacional de las grandes potencias, sobre todo del mundo occidental.