Emilio y Roberto

La parca, cruel e implacable como siempre, segó la vida de dos columnas monolíticas de la Iglesia que, sustentando su estructura, le dieron por varias décadas poderío eclesiástico y una increíble proyección de gran impacto social y comunitario.

Emilio Monedero y Roberto Pazmiño viajaron al reino de la felicidad y la luz para acompañar al Supremo Creador en la tremenda labor de cuidar de aquellos que a imagen y semejanza suya, pululan por la tierra.

Emilio, miembro de la comunidad pasionista, se entregó de lleno al servicio de los demás abarcando una serie de actividades que adornaron su personalidad multifacética. Actuó como asesor arquidiocesano, participando activamente en los cursillos de cristiandad y como vicario episcopal en los movimientos de apostolado, dando gran importancia a la gestión de los laicos, a los que protegió y promovió permanentemente.

Su labor en Cerecita será inolvidable, donde fundó el colegio San Gabriel de la Dolorosa, brindando además atención en salud a los pobladores de la zona.

Ejerció la cátedra de Filosofía en el seminario mayor y la de Religión en el colegio San José, en donde departí con él por muchos años.

Mi nexo con Roberto Pazmiño arranca desde las bancas del colegio, donde fue mi alumno, habiéndose destacado brillantemente como tal.

Se desempeñó como párroco en las iglesias de Nobol, Yaguachi, Los Ceibos, Urdesa, estando asignado en la actualidad a la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús.

Sin duda su mayor gestión culminó con la canonización de santa Narcisa de Jesús, por la que luchó tenazmente.

Graduado de teólogo en la Universidad Lateranense de Roma, fue nombrado posteriormente vicario de la Arquidiócesis de Guayaquil.

Ante la destrucción de los más elementales principios de ética, respeto, honorabilidad y moral de una humanidad donde se confunde la tolerancia como una opción para que cada uno haga lo que le venga en gana y se jacte de ello, estos dos santos varones deben haber sido convocados a un gabinete ampliado con el Señor, con el propósito de decidir cómo corregirla. ¡Descansen en paz!

Y sigo andando...

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