La eleccion de Italia y la UE

La reciente elección de Italia -en la que los votantes rechazaron a los partidos tradicionales en favor de movimientos “anti-establishment” y de extrema derecha, dando lugar a un Parlamento sin mayoría absoluta- debería ser un llamado de atención para Europa. El proyecto de décadas de construir una unidad europea tal vez sea menos robusto de lo que se suponía y sin un replanteamiento significativo, quizá ni siquiera viable. La crisis financiera de 2008 y la de deuda que sobrevino después revelaron defectos importantes en la gobernancia de la UEM, Unión Económica y Monetaria. Los Estados miembro respondieron erigiendo nuevas instituciones: el Mecanismo Único de Supervisión y el Mecanismo Europeo de Estabilidad, esfuerzos -casi con certeza- inadecuados para lograr que la UEM sea lo suficientemente resistente para tolerar futuras crisis financieras. Cualquiera que crea en el proyecto europeo debería esperar que se produzcan más reformas en breve. Pero hay una tarea aún más urgente. La Unión Europea (UE) y la UEM hoy enfrentan un desafío político serio, ejemplificado por la reciente elección de Italia. ¿Las instituciones europeas son lo suficientemente fuertes como para enfrentar ese desafío o debemos reconsiderar -y potencialmente reestructurar- los pilares de la cooperación europea? El vínculo entre crisis económicas y políticas es bien conocido. De los países de la UE, Italia ha experimentado la segunda mayor caída de producción (detrás de Grecia) en los últimos diez años -una tendencia que causó un deterioro significativo del bienestar económico-. Esa caída se relaciona más estrechamente con el respaldo político a los populistas que su nivel absoluto. Las crisis económicas de seguro minan la estabilidad política, pero el riesgo es particularmente agudo en la UE porque las fuerzas políticas populistas, de llegar al poder, probablemente rechacen, en nombre de la soberanía nacional, las reglas supranacionales que conforman la base de las instituciones europeas. Frente a esta desobediencia, el único recurso de la UE son las sanciones -solución temporaria e inadecuada para mantener controlados a gobiernos que han basado sus plataformas políticas en desobedecer las reglas comunes de la UE-. Esas sanciones pueden incluso servir para fortalecer el respaldo público a los populistas. El norte industrial de Italia favoreció al partido Liga de extrema derecha, que está a favor de recortes impositivos y se opone a la inmigración. Por el contrario, las regiones económicamente desaventajadas del sur de Italia -con desempleo juvenil, en algunas áreas, de casi el 60 %- votó abrumadoramente por el Movimiento Cinco Estrellas, que defiende un ingreso básico garantizado y condena la corrupción de élites locales. Las desigualdades regionales no se circunscriben a Italia y han aumentado en toda la UE, lo que podría querer decir que necesita imponer términos más laxos de cooperación, incluso menos beneficios por pertenecer. Aunque esto podría funcionar, digamos, para Hungría, sería inconcebible para un miembro de la UEM como Italia. Pero si la UE ha de sobrevivir lo suficiente como para implementar las reformas institucionales necesarias, tendrá que encontrar maneras de hacer que el proyecto resulte más atractivo para todos.