EE. UU. y China pueden llegar a un acuerdo
Ahora que han terminado las celebraciones del 70 aniversario de fundación de la República Popular China, es hora de volver a dirigir la atención a la guerra comercial sino-norteamericana. El conflicto puede estar por entrar en recta final. La próxima ronda de negociaciones tal vez sea la última oportunidad real de encontrar una salida para el embrollo comercial, tecnológico y económico. De no suceder esto, el mundo debería prepararse para su cabalgata económica más agitada desde la crisis financiera global de 2008. Existe un riesgo real de que EE. UU. caiga en recesión y que la economía global experimente un desacople más amplio que afecte negativamente las relaciones sino-norteamericanas a futuro. También existe un espacio de oportunidad cada vez más grande para que los electorados nacionalistas en ambos países sostengan que el conflicto es inevitable. Las economías norteamericana y china están en problemas. En EE. UU., las recientes cifras decepcionantes de empleo en el sector privado y la industria han reforzado el pesimismo sobre las perspectivas de la economía. Si las condiciones se siguen deteriorando, la apuesta de Trump a una reelección en noviembre de 2020 estaría en peligro. Xi se vería debilitado por cualquier desaceleración importante en vísperas de las celebraciones por el centenario del Partido Comunista Chino en 2021, preludio para su apuesta a un tercer mandato a partir de 2022. Cada una de las partes dice públicamente que la guerra comercial afecta más a la otra, pero afecta a ambas al desestabilizar los mercados, destruir la confianza comercial y minar el crecimiento. Ambas partes reconocen que se están apuntando mutuamente con un arma económica en la cabeza. Por ello tanto Trump como Xi en definitiva quieren un acuerdo, y que suceda a fines de este año para impedir un daño mayor a partir de las grandes alzas arancelarias hoy programadas para entrar en vigencia el 15 de diciembre. Eso exige que ambas partes empiecen a tomar medidas simbólicas y sustanciales de inmediato. China debería proponer un acuerdo que utilice el mismo texto que el borrador anterior de 150 páginas, pero con revisiones que satisfagan sus tres “líneas rojas”; eliminar las cláusulas de EE. UU. para mantener aranceles luego de firmado el acuerdo, y para volver a imponer aranceles unilateralmente si EE. UU. llega a la conclusión de que China no está cumpliendo el acuerdo; y agregar un compromiso de que China ejecutará el acuerdo de una manera “consistente con sus procesos constitucionales, legislativos y regulatorios”. China debería mejorar su ofrecimiento original de una reducción en el tiempo de US$ 200.000 millones en el déficit comercial bilateral y conservar las cláusulas existentes en el acuerdo borrador sobre la protección de propiedad intelectual y prohibición de transferencias de tecnología forzadas. Ambas partes deben crear una atmósfera política más positiva, ver el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico del 14 al 16 de noviembre en Santiago como la última oportunidad para firmar un acuerdo. Tenerlo firmado antes del Día de Acción de Gracias será esencial para fomentar la confianza de empresas y consumidores en EE. UU. para la temporada navideña. La opción que hoy enfrentan ambas partes es cruda. Para el resto del mundo, las apuestas podrían no ser mejores.