Educacion fraudulenta

En estos días ha hecho noticia la resolución tomada por las autoridades de la Universidad de Guayaquil mediante la cual se despoja del título de Maestría a la exvicepresidente. Ella recibió una distinción que representa la culminación de una carrera profesional honorable y del conocimiento de su materia, distinción que en su caso no pasa de ser un fraude más de los tantos que se dieron en el gobierno RC. La interfecta es hoy objeto de sorna en las redes sociales por haber adquirido una “Maestría en Administración de Diezmos” que es el delito que la obligó a renunciar del cargo de vicepresidente al cual llegó como consecuencia de los vericuetos aleatorios de la política.

Hubo una pandemia de fraude educativo. Empezó por el mismo jefe de la pandilla quien, acreditando un PhD de universidad americana demostró, más allá de toda duda, que un título no otorga conocimiento. Evidenciaron impreparación e ignorancia de la materia sus ministros de economía; los que manejaron el régimen previsional, y todos quienes acolitaban los desparpajos del presunto taumaturgo y superdotado. Sucedió lo propio con un vicepresidente, hoy en reclusión carcelaria por sus mañoserías, que con el auxilio de “El Rincón del Vago”, como buen vago, copió una tesis y se hizo otorgar un título de ingeniero con el que mancilló el buen nombre de una institución que jamás debió entregar el cartón. Se llegó a extremos como el del pariente por quien se ponía las manos al fuego, presidente del Banco Central y de fideicomisos rimbombantes, de falsificar un título para acceder a una maestría a la que nunca tuvo derecho por carecer de las credenciales para ser llamado Economista. Hubo el episodio de la expresidente de la Legislatura, quien de bachiller saltó a Máster, igualmente por arte de magia o, mejor dicho, del tráfico de influencias. Finalmente, y para la posteridad, queda ese remedo de universidad de relumbrón desde donde un seudointelectual pretendió dominar la educación superior de los ecuatorianos.

Y, como son irredentos, ahora es la vicepresidente de la Legislatura quien trafica su circunstancia de poder para imponer su criterio fraudulento en la universidad ecuatoriana. Pretende, entre otros desparpajos, establecer controles de precio a la educación, incluyendo en su bodrio a la universidad privada que no demanda un centavo del Estado para, supuestamente, dar acceso a la educación de cuarto nivel a todos quienes deseen optar por la cacería del diploma. ¡Qué vergüenza! Lo afirmo no obstante no ser ese un sentimiento compartido por los fraudulentos que quieren darse baños de popularidad a costa de la excelencia académica y de la generación del conocimiento que impulse el desarrollo nacional; los que proponen la producción de mentes vacías y profesionales impreparados que usan títulos para ganar prestigio, tal como lo pretendieron los personajes de triste recordación que transitaron por el poder.

La educación fraudulenta es una manifestación proterva de la corrupción que engendró el SSXXI. Es hora de exclamar ¡basta ya! No más demagogia; no se instalarán la ignorancia y la mediocridad como características de la educación superior ecuatoriana.