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Eusebio, Abdalac, TikTok … o la banalización de la publicidad política

Mucho se habla sobre el fenómeno, no tan nuevo, de la banalización de las campañas electorales

Mucho se habla sobre el fenómeno, no tan nuevo, de la banalización de las campañas electorales y la poca profundidad de las propuestas que se hacen al electorado para conseguir su adhesión y voto.

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Algunos señalan a la aplicación TikTok como la culpable de todos los disparates y ridiculeces que vemos, pero el tema no es nuevo; la mencionada plataforma no es más que un medio, esta no crea el contenido.

En unos casos son agudos estrategas que entienden muy bien al consumidor de redes sociales y la cultura de la inmediatez y en otros, son ‘ingenuos’, por no llamarlos de otra manera, que creen que haciendo ridiculeces se gana una elección.

Para todos los que quieran divertirse a costa de aquellos candidatos que poseen escaso temor al papelón, les recomiendo ver la sección Show Electoral que se publica en este diario todos los días.

Si regresamos al final de los 50 e inicio de los 60 del siglo pasado encontraremos el primer caso patético de pauperización política en el país, encarnado en la figura del profesor Eusebio Macías, representando al partido Cerrenista, Sicodélico y Cibernético, con la promesa Arroz con Menestra para el pueblo. Además hacía su campaña en bicicleta. Daba risa y pena al mismo tiempo.

Posteriormente aparecieron temas tan singulares como la leche Abdalac y ya después vino el diluvio populista con propuestas lideradas por el Banco del Zapato. Luego hemos visto candidatos regalar colchones, sillas de ruedas, pollos, etc. Todo indicaría que abrazar gente en la calle, besar niños y estrenar sonrisa producida con la última ortodoncia y comer en algún mercado, ya no es suficiente para despertar una emoción y conseguir un voto

Las campañas actuales, sin excepción, patinan ligeras sobre la resbalosa superficie del encanto fácil, donde errores, mentiras, incapacidad y conductas reñidas con las buenas costumbres se subliman. Esto ha provocado que un juglar callejero, el Miche, sea ‘candidato’ por un nuevo partido llamado PEDO.

Tampoco es novedad el ‘Politictainment’. La búsqueda de caras conocidas por fuera de la política y el servicio público se inició al elegir a un conductor de un programa concurso de la TV como diputado y eso fue en los 90.

Desde ahí todo tipo de personajes de la farándula han desplazado a los políticos en las listas en cada elección, lo triste es que salen elegidos y la gran mayoría de estos cumplen su periodo con más pena que gloria.

Se supone que en una campaña se eligen personas de una ideología definida, con propuestas que representen beneficios a la comunidad, pero la realidad es que el voto no obedece a un proceso racional. Casi como cualquier otra decisión de consumo es 100 % emocional. El votante no vota por un candidato, vota por él y su familia, por el que cree que mejor solucionará sus problemas, no los de la colectividad.

Esta verdad los candidatos la saben y la explotan, por eso la ‘cortedad’ de las promesas ofrecidas en campaña.

Según el consultor político Mario Elgarresta, “…el elector vota por una imagen del candidato, que percibe durante la campaña”. A eso se han reducido, en la mayoría de los casos, las campañas para alcaldes y prefectos. Las diferencias entre los candidatos opcionados radican ahí y no en sus propuestas.

De acuerdo a la teoría de Rove y Axelrod, o son ‘Incumbents’ (los que buscan relección) o son ‘Challengers’ (disputan el cargo pero no hay diferencias ideológicas. ‘Agents of Change’ (agentes de cambio) con posibilidades de ganar, no hay en esta elección.

Si desean comprobarlo visiten la aplicación Elecciones 2023 en la web de este diario y revisen las propuestas de campaña de los candidatos.