Economía

La baja paga poda la renta de la pitahaya

Tras la pandemia, los precios no se han recuperado. El propio sector atribuye este problema a su informalidad y la falta de nuevos mercados que absorban la oferta

PITAHAYA
Situación. Armida Carvajal señala que en Los Ríos, el valor por kilo ha decrecido entre el 60 % y 70 %.Tatiana Ortíz

A Jhonny Zambrano, un productor manabita, no solo la cochinilla, el trips (plagas) y los molestosos pericos le causan un dolor de cabeza en el proceso de siembra de pitahaya. En los últimos meses, a ese cúmulo de inconvenientes se ha sumado otro que aniquila la rentabilidad que alguna vez lo enamoró de este cultivo: el desplome de precios de $ 9 hasta $ 1 o $0,80 por kilo.

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Bajo un inclemente sol, y rodeado de al menos 4 hectáreas sembradas de fruta, el hacendado manabita recorre el área ubicada en el sitio Mina de Oro, del cantón Rocafuerte, provincia de Manabí. Allí, recuerda, en el año 2019 nació el sueño de formar parte del mundo que produce este apetecible y polifuncional fruto. Lo hizo con 100 plantas, luego con una hectárea y media y ahora ya va superando las 4. No obstante, la renta no es la de antes. Tras la llegada de la pandemia y sus efectos en la logística comercial han terminado por golpear a un sector, que hoy reclama mayor atención del Gobierno para regular los precios.

La menor paga se da en los dos tipos de pitahaya que se producen en el país, la roja y la amarilla. El problema se siente también en el cantón Ventanas, en Los Ríos. En menos de dos meses, señala Armida Carvajal, el valor cayó de $ 2,70 a $ 1,00 y $1,25 por kilo. De eso se dio cuenta tras la llegada de las facturas de la importadora que comercializa su producción en mercados como Estados Unidos y China. “Si esos precios se mantienen ya no será rentable seguir en este cultivo”, mencionó.

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Una plantación de pitahaya en Ecuador.Tatiana Ortíz

Esa expectativa empeora entre los agricultores de Palora (Amazonía), donde se cultiva al menos el 70 % de la fruta. Estalin Tzamarenda, dirigente de la Asociación de Pitahayeros del cantón Palora, menciona que este problema no acabará si el Estado no interviene formalizando al sector y marcando un precio oficial a la fruta. Aunque reconoce que esto no es una panacea (porque el mercado no siempre los respetan) evitaría que los precios al menos no se vayan al piso, como ahora.

Aún recuerda con nostalgia los $ 9 que hace cuatro años el mercado llegó a pagar por cada kilo. Eran épocas de bonanza que, reconoce, difícilmente se repetirán. La urgencia de ahora, dice, es lograr que los precios se recuperen para por lo menos poder cubrir los costos de producción. “Están pagando $ 1 por kilo, pero para producir ese kilo mínimo se necesita gastar $ 0,90. No se puede decir que no hay demanda, demanda hay, pero por lo menos deberían pagarnos algo más para tener utilidad. Al menos 2 dólares o 2,50 por kilo, pero no lo hacen porque acá el negocio es de intermediarios que pagan de acuerdo a sus intereses”.

La situación llevó a Tzamarenda y otros agricultores de la Amazonía, donde se cultiva la pitahaya amarilla, a pisar Guayaquil para protestar en sus calles. Arribaron el pasado 12 de noviembre, para con carteles en manos pedir a las autoridades el diseño de una ruta que los saque de la crisis y los enrumbe al crecimiento.

Si más plantaciones cumplieran con las regulaciones sanitarias, el sector podría acceder a otros mercados, más allá de EE.UU.


Luis Ponce

Gerente general de Social Deal

Del lado de la comercialización, el problema de bajos precios se atribuye a una sobreproducción de fruta, que podría agudizarse en los próximos meses, cuando el sector entre desde enero al pico de su cosecha. “La que más problemas tiene es la pitahaya amarilla. La realidad es que al haber mucha oferta y al tener el país unos mercados de destinos bastante limitados hace que los valores sean bajos”, señala Luis Ponce, gerente general Social Deal, firma que espera cerrar el 2021 con 1.200 toneladas vendidas.

Ponce habla de la dependencia que se tiene con Estados Unidos, país que se está llevando el 80 % de la fruta, tanto roja como la amarilla. “Por más de que se trate de un mercado grande, llega a un límite. Hay momentos del año en que con tanta fruta hay una sobreoferta en el mercado americano. Cuando eso sucede, pues los precios caen”. Otros mercados que adquieren pitahaya, pero en mínimas cantidades, son Canadá, Hong Kong, Singapur, Malasia y ciertos países europeos.

A nivel nacional existe un promedio de 850 hectáreas con una producción anual de 29’750.000 kg. En Pastaza existen unos 70 productores, pero Palora es considerada la capital de la pitahaya, allí los agricultores sobrepasan los 1.000. Pero se agrupan en nacientes gremios, que aún no llevan una correcta organización. De ahí que uno de los pendientes, admite Ponce, es empezar a trabajar en la formalidad del sector, para que este pueda acceder a otros mercados.

ProducciónNo solo plagas afectan a la pitahaya y sus agricultores, también el desplome del precio del producto que pasó de $ 9 a $ 1 u 80 centavos el kilo. 

En eso concuerda Tzamarenda, los mercados asiáticos como China, Japón y Corea, son los de mayor demanda; no obstante, reconocen el limitante que tiene el sector para cumplir con las normas fitosanitarias y demás reglas exigentes que se imponen, como el control de mosca de la fruta, el uso de ciertos químicos o los registros y controles en los centros de acopio.

Zambrano acota que no es el único problema. Otro pendiente, dice, es invertir en investigación, no solo para acceder a plantas más resistentes a las plagas, sino para aprovechar el fruto. Cree que para poder sacarle provecho a una pitahaya de tipo B, considerada como la de rechazo, se deben fomentar espacios de investigación para otorgarle valor agregado.

  • Organizarse, aún es un pendiente

Pedro Peñafiel, técnico de proyección e innovación tecnológica del MAG, reconoce que en el sector de la pitahaya aún hay mucho por hacer. El primer pendiente, dice, es formalizar al sector, a nivel primero de organizaciones para llevar un control de lo que se cultiva y se comercializa. Lo segundo es establecer precios fijos.

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Al ser un cultivo relativamente nuevo, dice, tiene organizaciones que aún se muestran débiles y que representan a pequeñas localidades. El planteamiento de un cambio, añade, debe surgir por propia iniciativa de los socios y productores. “Necesitan una gran organización que pelee por sus derechos”, sostuvo.

El técnico del MAG aclara que el tema de precios bajos no es una constante, pues se dan altos valores en los meses de junio a noviembre cuando empieza la producción. No obstante, que estos valores con el tiempo han ido decayendo, por la falta de control en la intermediación. AG