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La economia del desperdicio

La proforma del presupuesto para el ejercicio 2018 presentada por el gobierno evidencia la insensibilidad de las autoridades respecto del momento económico que viven los ecuatorianos y muestra, descarnadamente, la grave vulnerabilidad e inviabilidad del modelo fiscal ecuatoriano.

Hay insensibilidad cuando, a sabiendas de la situación crítica de iliquidez que viven los hogares ecuatorianos, el gobierno dedica el 34 % de los ingresos permanentes del presupuesto, esto es impuestos, tasas y contribuciones, para la adquisición de bienes y servicios de consumo. En valores, se trata de la friolera suma de cinco mil novecientos millones de dólares para gastos que, en las cuentas nacionales, son clasificados como “otros”. El gobierno es consistentemente derrochador, y sabemos que el bulto de estos gastos se convierte, en el tiempo, en una cifra de dimensiones inaceptables, como que en tiempos de la “década perdida” sumó ¡setenta mil millones de dólares!

Los dineros de los contribuyentes, mal llamados del Estado, sirven para financiar la planilla burocrática, planilla que al igual que el endeudamiento y el consumo antes mencionado, son los rubros que más suben en el gasto público. El gobierno nacional divide con sus acciones a los ecuatorianos, en dos grupos: los que deben pagar la cuenta, y los que gozan del despilfarro. Son estos últimos los que conforman la pléyade de nuevos ricos que, en no pocos casos, conforman el semillero de los corruptos, muchos de los cuales han sido conspicuos gobernantes del país.

Y ¿qué ocurre con el resto del gasto público? Agotados los recursos de los contribuyentes, el resto del gasto se basa en endeudamiento. De los $28.967 millones del presupuesto denominado contablemente “arriba de la línea” el requisito de financiamiento suma ocho mil doscientos cincuenta y cuatro millones de dólares ($8.254 millones) los que sumados a los requerimientos para cubrir las amortizaciones de los anticipos petroleros y convenios con entidades del SPNF abarcan un tercio del gasto total.

Es el cuadro de un descalabro. Es el cuadro, además, de un gobierno que no acaba de entender que la Revolución Ciudadana fue el peor azote que ha tenido el país en su historia republicana.