Nos duele Venezuela
Un poema de César Vallejo dice: “Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!”. Expresa que los humanos tenemos una permanente y precaria fragilidad: cuando en la sociedad agreden y degradan. Ahí hay desamparo, dolor y muerte. Por eso nos duele Venezuela, en cuerpo, corazón, espíritu y piel. Nos duele el sufrimiento de la patria de Bello, Uslar Pietri, Gallegos y otros grandes de las letras de América Latina. Es insólito e intolerable que una gavilla de mafiosos y narcotraficantes corruptos, por medio del proyecto político socialismo del siglo XXI sigan destruyendo las energías vitales y el futuro venezolano.
Duele que por la vía democrática y luego por la fraudulenta se haya instaurado la dictadura de un colectivo militar coaligado con la boliburguesía, que dice haber creado una “patria socialista” pero que en realidad es un socialismo chancroso, bastardo y atentatorio de lo humano. Por eso produce la estampida de millones de venezolanos que huyen de ese horror y terror, buscando trabajo, comida, medicina y sobre todo paz. Nos duele Venezuela porque históricamente estamos unidos a ella. Desde los tiempos coloniales del comercio cacaotero hasta 1970-80, cuando muchos ecuatorianos buscaron allí “el sueño venezolano”. Hoy retornan y cuentan con dolor, tristeza y llanto, las angustias, pesares y el hambre a los que los ha sometido el régimen de Chávez primero y Maduro, después. Nos duele Venezuela y que el país no tenga una línea democrática y humanitaria que defienda los derechos humanos y proteste por la situación de los venezolanos. Es inaudito que la diplomacia ecuatoriana esté desprofesionalizada y que además sea banal e ideologizada, hasta el punto de la estúpida ridiculez.
¿Hasta cuándo ignorantes de Marx, Gramsci, Luxemburgo, etc. se llaman socialistas? Los mafiosos de Maduro hicieron una espada de Bolívar de violencia y cocaína pura. Duele que el presidente y su intento democratizador permitan que la canciller, vicepresidenta y el ministro de Defensa, con desparpajo, sean cómplices de los horrores y tormentos que Maduro infringe a niños, ancianos y mujeres en Venezuela. Nos duele que esa situación de desangre siga, desde ayer hasta mañana. ¿Podrá apiadarse Dios de ellos? Esperemos que sí.