El drama venezolano

¿cuándo y cómo terminará el régimen tiránico de Nicolás Maduro en Venezuela es la pregunta que pone en cuestión todos los análisis económicos y sociológicos sobre el inevitable derrumbe al que se encamina la satrapía que gobierna al país que durante buena parte del siglo pasado fue ejemplo de democracia y de respeto a las libertades? Y pone en cuestión todos los análisis porque el problema es que en medio de las cifras o de los razonamientos hay seres con nombre y apellido que por obra de esta tiranía han perdido, irremisiblemente, su única oportunidad en esta tierra. Los dramas de los venezolanos son inenarrables y requieren, para escucharlos, una fortaleza de médico encargado de pacientes en estado terminal.

“La tragedia venezolana no tiene precedentes en Latinoamérica” escribía hace poco Joaquín Villalobos, conocido experto en política internacional y ex comandante del frente Farabundo Martí. ¿Hay alguna forma de acelerar este fin y terminar con este drama? Si, si en primer lugar los gobiernos rechazan la doble moral de separar negocios e ideología política. Si se declara al gobierno de Maduro dictadura, no se puede mantener relaciones comerciales que oxigenan a un régimen represor. El aislamiento debe ser total. Es un problema de ética y no de dinero.

Tampoco se puede seguir jugando a la figura del diálogo. Es un lugar común que el Sr. Rodríguez Zapatero, con su inevitable sonrisa, defendía algo más personal que el logro de un acuerdo entre las partes. Llama la atención en este punto la posición firme, honrada y no exenta de riesgos del episcopado venezolano, de la universidad católica dirigida por los jesuitas y el silencio que les rodea a nivel latinoamericano e internacional. ¿Es compatible la teología de la liberación con el desastre de millones de vidas humanas en Venezuela?

¿Hasta cuándo se puede, ética y responsablemente, creer en conspiraciones en el más puro estilo castrista, cuando la vida de seres humanos está en juego?