Dos kilómetros y medio para caminar, jugar y enamorarse

Dos kilometros y medio para caminar, jugar y enamorarse

Las luces tenues, la vegetación y el río Guayas se conjugan para mostrar un Guayaquil diferente al de las horas pico, el bullicio o el esmog.

Las luces tenues, la vegetación y el río Guayas se conjugan para mostrar un Guayaquil diferente al de las horas pico, el bullicio o el esmog; un lugar del que el visitante puede enamorarse. El malecón Simón Bolívar es un pasaje con 26 cuadras de extensión que encierra historia, cultura y arte.

Se funden en su entorno natural las lagunas artificiales donde nadan patos y peces; miradores, muelles, juegos infantiles, salas de cine, centro comercial y los monumentos históricos como el de la Rotonda donde permanece grabado el encuentro entre el libertador Bolívar y San Martín.

Recorrer los lugares más representativos de este lugar depende del tiempo de cada visitante; sus 2,5 kilómetros de extensión están llenos de actividades para grandes y chicos.

Empezando por el centro comercial, donde los fines de semana y en feriados se organizan actividades para las familias: conciertos, juegos para los niños. En este punto, y a lo largo del malecón, los 39 locales de restaurantes y cafeterías ofrecen variedad de platillos.

La visita a las letras gigantes que forman la palabra Guayaquil es lo que se llevó enmarcada en una fotografía Marcia Mora Maldonado, la milagreña radicada en España, en su última visita a Ecuador.

Karlita Ramírez Parrales prefiere mirar al río al pie de un frondoso árbol. Las luces de fondo que aparecen como pequeñas luciérnagas forman parte de la postal que sus retinas memorizaron el último sábado, antes de regresar a su tierra, Galápagos.

Y los juegos y la algarabía del Safari Park es lo que atraerá cada vez que la familia duraneña formada por Daniel (papá), Roger (hijo) y Elízabeth de Fuentes, visite Guayaquil.

Es que el malecón 2000 es un sitio preferido por propios y extraños. Juan Pablo Murillo, por ejemplo, de Mucho Lote, se da un tiempo para acudir al lugar por los juegos que disfruta su hijo Juan Diego, de 4 años. “Es un lugar muy acogedor”, reconoce Murillo.

Igual considera Alberto Jácome, del Guasmo, quien el sábado anterior paseaba junto a su esposa y su nieta de 6 años.

El malecón es un sitio para pasear con amigos, con hijos, con padres, con ese ser especial. Es un lugar para jugar, reír, encontrarse y reencontrarse.