Dineros publicos

Los mayores propulsores del centralismo fueron los inventores de la Cuenta Única del Tesoro Nacional y del Fonapar. La monopolización del poder financiero y la creciente discrecionalidad han provocado un crecimiento disfuncional en el que el Gobierno central ha salido ganador ante las otras instancias gubernamentales y el sector productivo. Hoy, frente al colapso del modelo de acumulación centralizada, se abren los fuegos recurriendo a la amenaza y al insulto, y a la descalificación. No está ausente la estulticia pues es atentatorio contra la sanidad mental oír a una conspicua representante del Gobierno afirmar que el problema de Solca no es por el no pago de los servicios prestados, sino por causa de los enfermos. La batalla verbal llega al punto que un asambleísta (que dejó de ser gobiernista) tiene que aclarar públicamente que su leucemia no le impide pensar, luego de ser ridiculizado públicamente por opinar.

Entretanto, el mandatario habla de “samaritanos con plata ajena”. ¿Ajena? ¿De quién?, hay que preguntar. Los contribuyentes ecuatorianos entregan al Gobierno y otras entidades alrededor de $20.000 millones anuales de su dinero por concepto de renta, consumo, valor agregado, circulación, matrículas, importaciones, remisión de capitales y seguridad social. Por contraparte, el Gobierno y entidades asumen el rol de agente fiduciario y mandatario para que los dineros sean empleados en beneficio de la sociedad, fuere proveyendo bienes públicos, cuya entrega le es delegada, distribuyendo la renta entre los diferentes estamentos de gobierno, o proveyendo servicios de salud y educación.

El dinero público es, pues, de los contribuyentes. En ninguna Constitución, ni siquiera en la actual, se sugiere, peor establece, que el dinero es del Gobierno, menos aún que su uso y distribución dependerá de la voluntad de presidente de turno aunque este se encuentre atribulado por cualquier circunstancia de desahucio fiscal provocada por la naturaleza, o autoinfligida por la incapacidad.

No hay en el sector público un solo actor de la talla, la visión, la inteligencia o la entrega de un Juan Tanca, de un Solón Espinosa, y de otros de similar talante y fuste, cuya fuerza creativa supera la de cualquier burocracia o actor político. Su creación la moldearon con garra intelectual y liderazgo, con compromiso con la sociedad para servirla, con propuestas no forzadas que no le costaron un solo centavo a los contribuyentes, quienes por su parte aceptaron de buen talante pagar el impuesto a las transacciones financieras para costear una lucha que es de todos, y no de ningún gobierno, menos de uno que no entiende lo que es la buena práctica fiscal.

El IESS y el Ministerio de Salud han derivado pacientes a Solca y luego, escasos de recursos, inventan toda suerte de chucherías contables para retener los pagos debidos. Entretanto, las provisiones empiezan a escasear y de llegar a extremos, empezarán a morir los pacientes. No señor, no se puede descalabrar a Solca o transformarla en burocracia ineficaz, destruir el régimen previsional, o pretender alinear a los gobiernos seccionales argumentando lo que no es, y apropiarse de, ese sí, dinero ajeno.

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