Dictaduras nacidas del voto popular

He luchado toda mi vida política contra las dictaduras, cualquiera sea su origen. Lo he considerado un deber a cumplir sin regateos por parte de todos quienes creemos en los valores de la libertad y la democracia. Sintetizándolo, he señalado la obligación que tenemos los ciudadanos de actuar en consecuencia, ya sea en tiempo de votos o en tiempos de botas.

Ahora, frente a una especie relativamente nueva de dictaduras que se originaron en gobiernos nacidos del sufragio, más o menos libremente emitido por los pueblos, conviene decir que eso de querer catalogarlas como nueva especie solo es el producto de la vanidad catalogadora. La especie es vieja. En el mejor de los casos es una subespecie producto de la actitud distinta, no de los pueblos que las sufren, nada que ver, sino de los poderes imperiales que han cambiado su forma de actuar: antes producían las dictaduras (“yo tengo un pie sobre las dictaduras de América Latina: a veces lo quito.”); ahora, a nombre de la defensa de los valores democráticos, que incluyen el respeto a la voluntad popular, las toleran y las manipulan al gusto.

Toca entonces proceder como es debido a los pueblos por ellas atropellados, con la complacencia de los usufructuarios de los poderes sin control. En efecto, poderes sin control generan todo tipo de corrupciones, una de ellas visible: la de prorrogarse indefinidamente en el poder y, bien se sabe, con Lord Acton, que el poder corrompe y el poder absoluto lo hace absolutamente.

Así, las otras corrupciones, muchas de ellas lubricadas con petróleo, empiezan a proliferar como sarna que a muchos no les pica. Venezuela es al respecto, un caso paradigmático. Constituido desde Chávez como régimen cívico-militar, nació inspirando grandes esperanzas de cambio frente a la antigua cleptocracia política, con pocas excepciones, imperante hasta entonces. Resultó llamativo ver a civiles y militares de la tierra de Bolívar intentando hacer patria y distribuyendo con ánimo de equidad las enormes riquezas naturales. Mucho se le perdonó por ello pero, ahora se volvió insoportable su ineptitud y su corrupción.

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