Dialogo, para que

El diálogo sugerido por el papa Francisco y aceptado por el Gobierno de Venezuela para buscar una salida a la grave crisis humanitaria que soporta ese país, no lo aceptó la oposición. Y no lo aceptó porque considera que con ello no se va a arribar a ninguna conclusión favorable para la democracia de ese país. La oposición ha manifestado públicamente que el diálogo tenía por objeto dilatar el tiempo para que no se pueda llevar a cabo el referéndum revocatorio que se encontraba en marcha y que fue detenido, según constitucionalistas venezolanos, con argumentos legales inconsistentes, con el único fin de que Maduro continúe en la presidencia.

Un diálogo siempre se establece cuando las partes están dispuestas a ceder en algo los puntos en controversia. Pero en el caso presente, la prensa y la televisión mundiales hacen conocer la actitud desafiante de la dictadura frente a la actitud pacífica de los venezolanos que con justo derecho exigen el respeto a la Constitución de su país. En estas condiciones han salido una vez más a las calles de todas las ciudades de Venezuela, miles y miles de ciudadanos para exigir el referéndum revocatorio y, en caso de que esto no suceda, seguir en las calles hasta lograr este objetivo; así como también, para exigir a la Asamblea Legislativa que inicie un proceso de destitución contra Maduro.

Esta es una situación insostenible que no debe prosperar en aras de la paz en la tierra del Libertador Bolívar. Ante tan grave situación hay un silencio cómplice de la comunidad internacional. Lo que debe hacerse es cumplir con la Carta Democrática Interamericana, que fue ratificada por Venezuela, como lo ha solicitado el secretario general de la OEA, Luis Almagro, para que se cumplan con sus artículos 20 y 21, que determinan el procedimiento a seguirse para casos como este.

El mundo no puede mirar con indiferencia la gravedad del problema que confronta Venezuela, y exige de los organismos continentales su intervención honesta e imparcial, que ponga fin a este conflicto antes que tome caracteres más graves, de las que tendría que arrepentirse la humanidad.

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