Día de reunión familiar alrededor de una tumba

Dia de reunion familiar alrededor de una tumba

Algunos de los hijos de los esposos Ron Manzano se acomodaron sobre el cajón de cemento y ladrillos, donde hace 18 años -él- y seis meses -ella-, reposan los cuerpos de ambos.

Sobre ese mismo espacio Celia Ron, una de los hijos de los fallecidos, colocó las galletas adornadas con láminas de queso, mientras una de sus sobrinas disponía vasos llenos de cola, y su cuñado distribuía algunas de las empanadas que Ruth, su esposa, había preparado para la ocasión.

Todo parecía un mañana de campo. El asunto es que aquella escena se desarrollaba en el ala más antigua del cementerio Ángel María Canals, en el corazón del suburbio oeste, en medio las tumbas colocadas una junto a la otra.

“Cada 2 de noviembre visitamos a nuestros padres. Como pasamos parte del día aquí, cada quien trae algo que luego compartimos”, dice Amalia.

Una escena similar se evidenció en Jardines de Esperanza, el camposanto privado ubicado en el sector norte de la ciudad. Ahí, los hijos de Gastón Vergara, un quiteño radicado en Guayaquil, reían de algunas anécdotas familiares y salpicaban las risas con los recuerdos del progenitor de tres generaciones que se reunieron ayer al pie de su tumba.

“No estamos tristes. Tratamos de recordarlos con alegría”, dijo uno de ellos.

A manera de una acampada, todos estaban sentados sobre la hierba menuda y fina que cubre el suelo bajo donde están los miles de cuerpos que yacen en este camposanto. De por medio, había varias ollas. “Es colada morada, jugos... Es para matizar este encuentro”, agregó uno de los 10 hijos. “Este grupo -cerca de 20-, es poco. Somos como 60. En la tarde vendrá el resto”.

En otra ala de este camposanto, los descendientes de los esposos Eduardo Espín Viscarra y María Teresa Saa Cárdenas, también estaban reunidos. Ellos, en cambio, compartían unas presas de pollo, con arroz y salsa fresca.

Los Salvatierra Cabello no llevaron comida, pero sí unas cuantas sillas para acomodarse frente a la tumba de sus padres. Algunos de los miembros de esta familia conversaban ahí la mañana de ayer, mientras miles de personas iban y venían a lo largo de los diferentes pasillos que tiene el cementerio del suburbio oeste.

Así, como una forma de rehacer el nexo que existe con sus familiares muertos, muchos guayaquileños acudieron ayer a los cementerios para formalizar ese reencuentro que cada 2 de noviembre, el Día de los Muertos, se establece como una tradición inamovible.

En el Cementerio General, los vivos contratan para sus parientes muertos una pequeña serenata. Hay guitarristas y grupos musicales, como mariachi, que ofrecen el servicio de llevar canciones a los fallecidos.

“Hay otros cementerios que cobran a los grupos por estar ofreciendo este servicio. Aquí no tenemos ese problema”, dijo Carlos Antón, uno de los músicos que cada noche hace estación en la esquina de las calles Lorenzo de Garaycoa y Colón, pero que el Día de los Muertos se traslada a los cementerios. “Es un buen día para ganar un dinero extra”.

¿Las canciones? Algunas se relacionan con la muerte, como ‘Amor eterno’, ‘Los versos a mi madre’, ‘Lady Laura’, ‘Esposa’, ‘Vasija de barro’...

“Pero hay todo tipo de pedidos. Alguna vez me pagaron para que interprete una canción relacionada con la traición, aunque esta persona me dijo que ya todo estaba perdonado”, agregó Antón.

Desde las siete de la mañana se inició el peregrinar de miles de personas hacia los cementerios de la ciudad. El ritmo, intenso y permanente, se mantuvo hasta bien entrada la noche.