Si es deuda: estupido

Desde que Bill Clinton inmortalizara la frase “ït’s the economy: stupid!” en su triunfante campaña por la Presidencia de los Estados Unidos, contra George Bush papá, la frase ha perdurado cada vez que se torna necesario anotar un punto en un debate político, o técnico. La expresión, más de desprecio que de insulto por una idea mal planteada, se refiere a la torpe limitación del 40 % de la deuda pública con respecto al PIB.

La primera reacción es, ¡por qué no el 50 %, 60 % o mejor aún 0 %! - toda vez que el mejor gobierno es el que, conduciendo aptamente la economía, sabe vivir dentro de sus propios medios, sin andar hurgando los bolsillos de propios y extraños. Al hacerlo, produce los mejores resultados con el patrimonio del cual dispone.

Proponer el 40 % es absurdo, al igual que argumentar que el fundador del Partido Liberal Radical Ecuatoriano, el Gral. Eloy Alfaro, era socialista, y no un comerciante que sabía producir para ganarse la vida. Es igualmente torpe exigir que el petróleo debe ser vendido a una empresa de gobierno (tengo en mente a Pdvsa) y no al que mejor pague por el producto, y ofrezca las mejores condiciones de comercialización.

Un ejemplo final radica en sostener que el ahorro no sirve para nada si no se convierte en inversión. Esa línea de argumentación malinterpreta la identidad de ahorro ≡ inversión. La citada identidad es una verdad de Perogrullo en Economía, pero no significa que el objeto de la política fiscal debe ser gastar a como dé lugar, pues, como lo hemos experimentado, es la ruta de la perdición.

Son grilletes autoimpuestos por una ideología corrupta que desconoce al mercado. La política de crédito público debe concebir cada proyecto con la misma rigurosidad que cualquier empresario privado o jefe de familia está obligado a hacerlo. El crédito, por sí solo, no es bueno ni malo. Lo que importa es (a) que sea contratado en las mejores condiciones; (b) que sea utilizado en forma óptima para que resulte en crecimiento; (c) que no comprometa el equilibrio de las finanzas, y (d) que se lo pueda pagar sin comprometer el futuro.

Al aplicar estos criterios a la política de crédito público debemos concluir que el endeudamiento ha sido contratado en las peores condiciones; que no ha resultado en crecimiento (este fue superior en la primera etapa de la dolarización, cuando hubo disciplina fiscal, y el petróleo se cotizaba a un promedio de $22); se ha comprometido gravemente el equilibrio de las finanzas pues desde el año 2013 es el rubro de mayor crecimiento en los ingresos del SPNF; se ha agotado el crédito público; y se ha comprometido seriamente el futuro del país, al igual que se lo hizo en la etapa del “endeudamiento agresivo” que desbancó al Ecuador.

Clasificar artificialmente a la deuda en agregada y consolidada es un maquillaje contable que en nada cambia la naturaleza de las obligaciones. La deuda es deuda, y hay que pagarla. Que de esa manera se obtiene un cupo adicional de $10.000 millones nos lleva a la última interrogante: ¿para qué? ¿Será acaso para financiar otra refinería de petróleo? Este gobierno se acabará, pero los problemas que se heredan serán recordados, y pagados, por toda una generación

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