Desconocimiento de la historia

En la Revista de El Universo del 30 de junio pasado, la pintora María José Argenzio, quien según el artículo trabaja en temas de excesos de la oligarquía, presenta tres serigrafrías cuyos títulos son Genealogía Nebot, Genealogía Noboa, y Genealogía Arosemena. Ella desconoce la historia de Ecuador y Guayaquil en particular. De dos de las familias mencionadas, sus miembros están entre la séptima y novena generación; han contribuido con el país desde las primeras décadas de la república; han trabajado por el bien de la nación, sobre todo de Guayaquil. Los que fueron presidentes de Ecuador, hicieron importantes contribuciones, obraron con transparencia y honestidad. A uno, la presidencia le costó la vida; su organismo era frágil, el clima frío lo afectó y falleció dos años después de dejar el cargo. Se dedicaron al voluntariado y a la labor social, por lo que sus apellidos se encuentran entre los fundadores de instituciones como la Junta de Beneficencia de Guayaquil, Solca, LEA, Comité de Vialidad, Comisión de Tránsito del Guayas, etc.

El servicio de los miembros de esas familias al país no se ha limitado a una generación, es una vocación que se recibe y va de generación en generación. La Junta de Beneficencia ya tiene cuatro generaciones de voluntarios.

No estoy autorizado para escribir a nombre de todas las familias señaladas, pero conozco su trayectoria y el enorme trabajo que han hecho en beneficio del país. Me limito a mencionar como ejemplo la contribución de un miembro de la familia Arosemena: Carlos Julio Arosemena Monroy pudo haber estado entre los abogados más adinerados, pero el dinero no lo motivó, fue la ayuda social lo que le interesó; creador de todos los ‘avos’, comenzando con el décimo tercero. La mayoría de sus clientes fueron pobres, por su estado socioeconómico no tenían acceso a la justicia. Él llenó ese vacío.

Uno de los males de la sociedad ecuatoriana es el complejo social combinado con la envidia. Todos aquellos que vienen de abajo y triunfan intelectual o materialmente, jamás hablan mal de los que han triunfado, más bien, tratan de superarlos.