Inca. Luis Felipe Duchicela, primogénito de la dinastía XXVIII de los ‘Señores del Tahuantinsuyo’, visita el país.

Un descendiente de Atahualpa es asesor del Banco Mundial

El arquitecto, radicado en Washington, vestía un poncho rojo de Cacha, tierra de sus ancestros a la que volvió para participar de las celebraciones por la Fiesta del Sol.

El arquitecto, radicado en Washington, vestía un poncho rojo de Cacha, tierra de sus ancestros a la que volvió para participar de las celebraciones por la Fiesta del Sol.

El color rojo de la indumentaria, que representa la sangre derramada por sus antepasados, es el principal identificativo de los indígenas de esta parroquia del cantón Riobamba. Confeccionado a mano con lana de borrego, sus franjas blancas hacen alusión al Taita Chimborazo y las chakanas negras; cruces cuadradas en forma de escaleras son el símbolo de la cosmovisión del pueblo andino.

Luis Felipe Duchicela es uno de los últimos descendientes de los Duchicela, dinastía de los señores de la gran nación Puruhá. Desde hace cinco años se desempeña como asesor del Banco Mundial para los pueblos y nacionalidades indígenas, así como para los grupos de minorías étnicas de los cinco continentes.

Según Felipe, son 370 millones de personas distribuidas en 5.000 nacionalidades en cerca de 80 países. “Son los grupos humanos de más extrema pobreza, han sufrido marginación y se ha perdido su cultura”, añade. Sus últimos proyectos se han planteado en Asia, África y Europa, específicamente en Rusia. Duchicela afirma que desde que su familia se reencontró con su linaje en 1984, a raíz de la muerte de su padre, ha tratado de ser coherente con la responsabilidad de sus ancestros y proyectarse con ayuda para su comunidad. Es por esto que cada año, junto con su familia, regresa para participar de los eventos programados por el raymi (fiesta) más importante junto con sus coterráneos, pero a la vez aprovecha para visitar a otros familiares y ver su casa que todavía se mantiene en pie desde la época de la colonia. “Principalmente vengo al Inti Raymi, la fiesta del agradecimiento, que es muy propia de los pueblos andinos”, dice.

Para cumplir con ese deber, junto a sus hermanos regenta una fundación que hace 33 años gestionó la construcción de Pucará Tambo. Es el lugar donde se realizan todas las celebraciones, además se expone la artesanía, se revive la historia para que la cultura e identidad de nuestro pueblo se mantenga”, afirma.

Su familia corresponde a los señores Duchicela XXVIII, dinastía que inició con Atahualpa. A su muerte, su hijo, el príncipe inca Roca fue llevado al interior de la fortaleza de Cacha para su protección y vivió como cualquier indígena de esa zona en aquel tiempo. Sin embargo, el pueblo lo reconoció como heredero de los derechos de sangre, según algunos historiadores, y le dio el título de Shyri Duchicela XVIII. “Su descendencia logró demostrar y establecer la genealogía que continúa hasta nuestros días; en tiempo de la Real Audiencia de Quito mi abuelo fue el Duchicela Vigésimo Sexto (XXVI), y nuestros hijos serán la generación vigésimo novena (XXIX ) de la dinastía”, aclara.

Luis Felipe está convencido que al Ecuador para hablar de interculturalidad, todavía le falta, aunque se ha avanzado mucho.

Cataloga al movimiento indígena del país como uno de los primeros en conseguir reivindicaciones con su cultura, sus tradiciones, territorios y cosmovisión, pero que últimamente se han estancado. “El concepto de interculturalidad hay que trabajarlo, las manifestaciones artísticas y culturales son muy importantes, pero no son todo; se hablará de una verdadera interculturalidad cuando se reconozcan sus derechos, lamentablemente pese a los esfuerzos, se están perdiendo muchas lenguas nativas”, analiza. (F)

Motivos de pérdida de culturas

Otra de las causas por las que se pierde la cultura de los pueblos originarios de Ecuador, a su forma de ver y en comparación con otros países, es la falta de identificación con las raíces.

“Falta comprensión de historia ancestral, antes en las escuelas se enseñaba las culturas, teníamos civilizaciones muy avanzadas; hoy en día ya no lo saben, quien no conoce sus orígenes no puede amarlo, el pueblo sin identidad es huérfano, no tiene orgullo, no avanza sin conocer de quién es ni de quién proviene, se pierde la conexión y esto causa graves daños a la identidad del país“, advierte.

Añade que si bien muchos indígenas o runas alcanzan niveles de educación superior, se ven obligados a prestar sus servicios a otra cultura, porque es muy difícil que puedan encontrar empleo en sus mismas comunidades, lo que provoca que adopte las tradiciones de esta otra cultura. Por eso, enfatiza que es de trascendental importancia visibilizar y rescatar estos saberes que han pasado de generación en generación.