Deporte y politica

Victoria de Andy Murray en Wimbledon y de Portugal en la Eurocopa. En los deportes, como en la política, triunfa el trabajo en equipo. Murray contrató buenos asesores para perfeccionar su técnica. Lo que manejaba bien se volvió superior, imbatible y con sus dotes naturales, apoyado en experiencias de otros, venció otra vez en la ‘Catedral del tenis’. No se sintió el gran campeón que lo hubiese mantenido en el “top ten” pero no ascendiendo. Tuvo la sapiencia y la humildad de recurrir a los especialistas en ciertos golpes, que le otorgaron la seguridad de ganar puntos ejecutándolos con su habitual maestría. Bien por Murray y por su Escocia.

Portugal, por su parte, ya sin Cristiano Ronaldo que se lesionó a poco de iniciado el partido, logró vencer a la Francia de Griezmann, como antes Chile había derrotado a la Argentina de Messi. El trabajo en equipo, sin confiarlo todo a las habilidades de la estrella en turno, le confirió a los portugueses y a los chilenos la capacidad de juego colectivo que es más difícil de superar que las capacidades excepcionales de un jugador, que puede ser controlado sabiendo que las posee.

Sirvan estas lecciones del deporte como espejo para la política. La magnitud de los problemas que el Ecuador enfrenta no se van a resolver con pociones mágicas elaboradas por el curandero de moda. Ni siquiera una junta de los médicos más notables garantiza que se curará pronto de la grave fiebre de corrupción que lo aflige o de la crónica desnutrición cívica que le impide levantarse como es debido.

Algunos de sus males requieren cirugías radicales, otros alimentación adecuada y, sin duda, muchos de los síntomas indican que también es imprescindible atención siquiátrica especializada. Sintetizando, para no alarmar o ser tildado de pesimista, la metáfora quiere sugerir que es necesario convocar a los mejores galenos del país, poseedores de talentos múltiples para, afinando el diagnóstico, proceder a instaurar un bien pensado plan terapéutico que, por supuesto, debe empezar por el robustecimiento del enfermo, contando -“sine qua non”- con la colaboración de su familia.

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