Una democracia real
El problema de la gobernabilidad a estas alturas se convierte en el punto crucial del escenario político. Pasado el proceso electoral, en el que los referentes de la contienda fueron los candidatos, las organizaciones partidarias y los logros que alcanzaron, se ubica ahora, como hecho central, la interrogante: ¿cómo va a ser manejado el Estado?
La situación que vive el país fue abordada en el discurso de posesión por el presidente Moreno de modo puntual y emotivo. Recorrió los distintos ámbitos de una sociedad afectada por varias circunstancias críticas y anunció que en cualquier decisión que tome para afrontarlas jugará un papel importante el pronunciamiento de los sectores inmersos. Con solo esa referencia, Moreno marcó un corte frontal entre el manejo del poder, concentrador y totalitario, de su antecesor, y su predisposición para demostrar que la democracia no es solamente una palabra sino una forma de concebir el funcionamiento de una sociedad civilizada, respetada y pacífica.
La primera comparecencia del nuevo mandatario puso su mirada en la sociedad y no en una figura personal en particular. Esta forma de concebir el entorno a partir de los intereses sociales, e insistir en la convicción de actuar a favor de ellos, significa una frontal diferencia con la mesiánica visión de Correa, caracterizada por asumirse el único en condiciones de interpretarla y de cambiarla.
Dichas por un presidente de la República, esas palabras pasan a convertirse en conceptos políticos y en expresiones de una decisión de cómo ejercer el poder. Por ello, la parte retórica de la intervención, y sus referencias a varios aspectos en la gestión del gobierno saliente considerados “positivos”, deben interpretarse como resquicios de gratitud y muestras de un ánimo no confrontador con un personaje que, pese a haber dejado el solio, sigue gozando de una importante adhesión popular y tiene un claro control sobre el fuerte aparato partidario que es Alianza PAIS.
El pronunciamiento presidencial es un compromiso ineludible.