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Decadente ideologia

Con el surgimiento de la prensa pública, sus columnistas se han dedicado a describir mundos socialistas que solo existen en los libros de quienes profesan la misma ideología.

Ponen como ejemplos de liberación de los pobres de nuestra región a Cuba y Venezuela, y como modelos de gobiernos responsables al de Rousseff en Brasil y Kirchner en Argentina.

Para ellos la corrupción existe únicamente en el sector privado; quienes trabajan en el público son puros y las noticias internacionales mostrando el saqueo masivo en Venezuela son mentiras de la prensa corrupta, CIA y demás instituciones de los imperios.

Sus gobernantes son candidatos a los altares. Antes de Hugo Chávez los socialistas y veneradores del Estado escribían que en Venezuela empresarios y multinacionales se habían enriquecido perjudicando a los pobres. Chávez era el ungido para acabar con las injusticias y mejorar el nivel de vida de los pobres. Algo similar ocurrió en Cuba, Castro acabaría con la miseria y en Argentina los Kirchner crearían el paraíso terrenal. Igual oferta hizo Perón más de medio siglo atrás.

¿Se cumplieron las promesas? ¿El pueblo vive mejor? ¿Se terminó la corrupción? Venezuela y Argentina son los dos únicos países en América Latina que han tenido, en diferentes épocas, los ingresos por habitante que más se han aproximado al de EE. UU., entre 60 % y 70 %. Actualmente, el primero no tiene dinero para comprar los bienes esenciales para el ser humano: medicina y comida, y el segundo tiene un ingreso por habitante que no ha mejorado en los últimos años. Cuba no se queda atrás. Fue una sociedad que quedó congelada en el tiempo. En las calles se ven carros de los años cincuenta; el uso de los teléfonos celulares fue una novedad, también ser dueño de un negocio. Es una sociedad que vivió gracias a las dádivas de los soviéticos y posteriormente de Chávez. Cuando se agotó el caudal de subsidios externos Raúl Castro tuvo que recurrir a los estadounidenses, quienes pasarán a solventar la economía cubana. El acuerdo de reanudar relaciones diplomáticas es una derrota ideológica que favorecerá al nivel de vida cubano.

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