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Daniel Noboa
El presidente de la República, Daniel Noboa.Crédito: Presidencia

Para Daniel Noboa, la salida de Verónica Abad no es algo menor

ANÁLISIS. Las declaraciones de la vicepresidenta son un episodio de la dinámica con el presidente. Al primer mandatario le debe angustiar el tema

El espectáculo de una vicepresidenta anunciando en una estación de televisión extranjera que acudirá a cortes internacionales para que se le permita volver a su país, sin que la destituyan, porque su hijo está preso parece sacado de un macabro documental de la BBC sobre algún sombrío país sometido a una feroz dictadura.

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Pero no, tan solo es un episodio más de la insólita dinámica política del Ecuador donde el presidente Daniel Noboa sostiene una sorda y soterrada pugna política con su vicepresidenta Verónica Abad. Abad dice que, si regresa sin la autorización del Ministerio de Relaciones Exteriores, para al menos visitar a su hijo, podría ser destituida por no acatar el cargo y no cumplir con la función que le encomendó el presidente, como lo dispone la Constitución.

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El episodio de la vicepresidenta y su angustioso pedido para poder volver al país tiene como telón de fondo un hecho que es el que quizá mejor explica lo que parece inexplicable: Noboa no confía en Abad ni como para encargarle un saco de alacranes y, si quiere candidatizarse a la reelección, le toca encargarle el poder momentáneamente porque así lo ordena la norma electoral.

La pregunta, sin embargo, es ¿por qué no le encargaría el poder a su vicepresidenta si es que fue su compañera de fórmula durante las elecciones? Aquí es donde la irresponsabilidad de Noboa entra en este cuento. El actual presidente nunca se dio el trabajo de conocer verdaderamente a su candidata a la Vicepresidencia, quizá porque nunca pensó en ganar la Presidencia o porque no es el tipo de personas que no hace bien sus tareas.

La verdad es que a muy poco de iniciada la campaña, Abad ya dio muestras de no ser una persona confiable para Noboa por la cantidad de apariciones y declaraciones infortunadas que hizo. En resumidas cuentas, que Abad se haya convertido en un dolor de cabeza para Noboa, ya como candidato y luego como presidente se debe precisamente a que el actual presidente no hizo bien su trabajo de escoger a quien se supone debería ser la persona de su mayor confianza.

Lo del pedido de Abad para regresar tiene relación con la detención de su hijo Sebastián Barreiro, acusado de haber cometido el delito de ofrecer un cargo en la Vicepresidencia a cambio de recibir diezmos de la persona a la que hizo la oferta. Según el expediente, la instrucción fiscal de la investigación de la Fiscalía por presunto tráfico de influencias será de 90 días.

A pesar de la gravedad del supuesto delito, la reclusión en La Roca parece a todas luces una exageración. Hay detenidos por casos mucho más graves y con una hoja de antecedentes que el hijo de la vicepresidenta no tiene. Ella mismo lo dijo: el peligrosísimo Fito merece más estar en La Roca que su hijo.

La pésima relación entre Noboa y Abad es pública desde los primeros días del Gobierno y el presidente no tardó mucho en apartarla y enviarla como embajadora a Israel, semanas luego de que la guerra entre ese país y Hamás se desatara. En su nuevo cargo, el Gobierno demoró dos meses para hacerle el primer pago de su sueldo y no le ha contratado un seguro de vida, a pesar de estar en un lugar de altísimo riesgo.

En realidad, lo ocurrido con su hijo parece ser la ocasión perfecta para forzarla a una renuncia o a que regrese al país con el riesgo de ser destituida. Es ahora o nunca para Noboa, que sabe que más adelante se le hará muy difícil deshacerse de ella para poder saltar a la campaña con tranquilidad. Noboa sabe que luego de este período de hostilidades de ambos lados, puede esperar lo peor de Abad mientras esté encargada del poder.

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La desconfianza de Noboa se sabe de fuentes confiables, se originó cuando su equipo más cercano descubrió que aparentemente un sector del correísmo se le infiltró durante la campaña convirtiéndola en una persona que podía perjudicarlo. Precisamente, el correísmo es el único movimiento político que la apoya abiertamente.

Noboa la alejó de él primero en la campaña y luego en el gobierno. Ahora no tiene ningún canal de comunicación con ella ni ninguna expectativa de tender algún tipo de puente. Lo que hizo enviándola a Israel y ahora con lo de su hijo, que ella adjudica a las presiones políticas de Noboa, destrozó cualquier posibilidad de diálogo como para coordinar pacífica y amistosamente un encargo del poder.

Noboa, a estas a alturas, quemó las naves y tiene una sola salida: presionarla como sea posible para que presente su renuncia o fabricar las circunstancias para que sea destituida o, en su defecto, vincularla al caso de su hijo para procesarla penalmente. La propia Abad lo dijo en la entrevista de marras: “la prueba más contundente” de que Noboa está en su contra es lo que está pasando con su hijo por lo que apeló al presidente que “hable con la verdad y me diga por qué razón es su persecución a este nivel de violencia y de maldad”.

En definitiva, si Noboa no logra que Abad renuncie a tiempo o que sea destituida, tendrá que apostar por su reelección con la sensación de que dejó una bomba de tiempo instalada en Carondelet. Y eso, seguramente, lo debe angustiar mucho. 

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