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Cynthia, bicentenario y libertad

La ciudad votó por Guayaquil y su proyecto de reposicionamiento. Lo hizo como colectivo político, social, cívico y cultural que supo por qué la urbe tiene un proyecto socioeconómico y geopolítico de empoderamiento que muchos admiran, envidian y que los amigos del correato odian. Por eso antes que felicitar a la nueva alcaldesa, congratulémonos por la comprensión y valoración que tuvieron diferentes sectores sociales para reconocer cuán importante es continuar por la ruta y modelo de desarrollo local de Febres-Cordero y Nebot.

Pero además, reconocieron en Cynthia una política honesta, firme, decidida y con la fortaleza necesaria para pelear por su ciudad y ese proceso de desarrollo y bienestar. Reconocieron que ella es no solo la sucesora sino a quien todos le entregamos una tarea que es la de seguir por esa ruta que ha demostrado ser adecuada, precisa e importante.

Es positivo que una mujer, madre, dama y guerrera, como Cynthia, gane la alcaldía. El telón de fondo de su triunfo no fue solo el exitoso modelo sino también la fuerza y acción de quien sabe que los votos se ganan en las calles y barrios, como lo hizo ella.

Ahora debe asumir el legado y mejorarlo. Le toca ser alcaldesa del Guayaquil bicentenario. Aquí está el primer problema, pues la idea general de este es el monumentalismo y no el concepto esencial, referido a la política, cívica, ideología y cultura de la libertad. Especialmente de aquellos que vieron “la aurora gloriosa que anuncia libertad”, haciendo de ella el aspecto esencial de la guayaquileñidad, como lo hicieron Olmedo, Rocafuerte, Antepara, etc.

Hay que replantear el bicentenario, repensarlo desde la libertad, como principio moral, cívico y político de la sociedad, porque a Guayaquil lo identifican como núcleo social de ciudadanos que luchan por la libertad, en todos los órdenes. La Comisión del Bicentenario deben superar el monumentalismo y replantearlo desde la cívica y la política de la libertad. Y este proceso comienza por publicar las obras completas de Olmedo y Rocafuerte. Pero sobre todo, inundar las escuelas, colegios, clubes sociales y deportivos con el Alfabeto para un niño, de Olmedo, que históricamente es el silabario de la cívica guayaquileña.