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Una familia ecuatoriana comparte un momento alrededor de un festín de KFCCortesía

Cuando lo inesperado se vuelve costumbre: KFC y su lugar en la mesa ecuatoriana

KFC cumple 50 años en el país, mezclándose con costumbres locales hasta volverse parte de ellas

En Ecuador, lo inesperado no sorprende. Puede ser martes y amanecer lloviendo, pero terminar el día en la playa. El bus se daña y, cinco minutos después, alguien ya sacó una guitarra. Las calles de dos carriles tienen tres filas de autos, y en la esquina del barrio hay un señor que vende encebollado con reguetón de fondo. Si te descuidas, te invita a desayunar, aunque no te conozca.

Así somos: un país que improvisa mejor de lo que planea

Y entre todo ese caos entrañable, han nacido costumbres que parecen absurdas fuera de este contexto, pero aquí tienen sentido. Como el arroz con menestra con una presa de KFC. Nadie sabe quién fue el primero en hacerlo, pero todos saben que funciona. Es una de esas mezclas que solo pueden pasar aquí, donde lo inesperado se vuelve normal.

Han pasado ya cincuenta años desde que KFC llegó a Ecuador, y hoy esa marca ya no se siente extranjera. Se ha mezclado con nuestra forma de vivir, de comer, de compartir. Está presente en cumpleaños donde faltó pastel, pero sobró pollo frito. En almuerzos de oficina donde alguien propone: “¿pedimos un festín?” Y en domingos familiares donde el menú se arma con lo que haya… pero siempre hay pollo crujiente para completar el cuadro.

Este (día), como parte de la celebración por su aniversario, KFC lanza una promoción en su app: parte y comparte cinco presas por $5,50. Una invitación a seguir haciendo lo que mejor sabemos: mezclar lo que llega de lejos con lo más nuestro.

Porque a veces lo ecuatoriano no está en los monumentos ni en las tradiciones centenarias, sino en esos gestos cotidianos de mezclar mundos distintos sin miedo. Tal vez por eso, lo que amamos aquí se fusiona sin esfuerzo, como ese sabor que nació en Kentucky, pero que en Ecuador encontró su segunda casa.

Lo inesperado, al final, es nuestra forma más sincera de ser. Y en un país donde todo puede pasar, tiene sentido que hasta el pollo frito termine siendo parte de la tradición.

Celebrémoslo.

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