Crisis de La Unidad

El lanzamiento de la candidatura de Cynthia Viteri a la Presidencia de la República por dos importantes formaciones políticas, el PSC y Madera de Guerrero, ha producido un estremecimiento en la Unidad que marchaba al parecer en buenos y amigables términos entre todos sus integrantes.

El más radical en cuanto al rechazo a la candidatura ha sido el pequeño grupo que dirige el prefecto provincial de Azuay, que se ha rasgado las vestiduras y se ha separado, tal vez definitivamente, de la coalición. Pero las orejas del lobo no han dejado de aparecer, pues inmediatamente se ha propuesto, por parte de sus seguidores, su candidatura presidencial, luego de que comprendieron que Jaime Nebot la ha rechazado definitivamente. Entonces el prefecto provincial irá a su postulación solo con su Podemos, sin posibilidad alguna de alcanzar un resultado que justificara sus deseos, que hay que suponer patrióticos y no interesados.

Mientras tanto, los otros integrantes de la Unidad han recibido esa candidatura con sensatez y se preparan para expresar su criterio en los días inmediatos, sin las explosiones, algunas claramente pintadas de amargura, del señor Carrasco, prefecto del Azuay.

En tanto, la candidatura de Cynthia abre un espacio para la expresión de los ciudadanos independientes, así como para las posibilidades de alianzas, tal cual lo ha manifestado la candidata. Pero en medio de la sorpresa que produjo el lanzamiento, seguramente que hay preocupación en los sectores opuestos, especialmente en los del oficialismo, que han tratado de minimizarla y de juzgar la negativa de Nebot con el criterio maniqueo que es la conducta oficial, especialmente del señor presidente de la República, para quien solo él y sus partidarios son los buenos. Cuando cometen desaguisados se los llama errores de buena fe y cuando aparecen los papeles de Panamá se buscan inculpados ajenos a la militancia fanática del partido de gobierno para cargar sobre ellos toda la culpa, mientras se justifica la de quienes se hallan muy cerca de los gobernantes, como la de aquel funcionario que voló de su cargo gritando “hasta la victoria siempre”, para aterrizar en otra muy deseada ubicación.

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