Crisis de ideologias

Estas elecciones, además de ser inéditas, dejaron reflexiones que deberían ser tomadas en cuenta para entender lo que podría suceder en las presidenciales de 2021.

Con el protagonismo de movimientos locales, los ecuatorianos demostraron que era necesario cambiar de rumbo, apostando por una nueva generación de políticos, cuyas campañas fueron modestas y no generaron un ruido considerable.

Esto se evidenció en la poca efectividad de las encuestas previas que colocaban como ganadores a candidatos que finalmente quedaron relegados. Es decir que se votó por marcas personales y no por una tendencia definida. Atrás quedaron las épocas en las que la derecha, la izquierda y el centro se disputaban el tablero electoral.

Las propuestas de campaña tampoco fueron determinantes a la hora de elegir, solo las figuras con las que la gente se identificaba, ya sea por su trayectoria o por el impacto que pudieran tener en los medios digitales, ya ni siquiera en las calles, donde se mide el poder de convocatoria y se palpan las necesidades de la población.

Esta crisis de ideologías sería la consecuencia de la corrupción que arrastró a los gobiernos de todas las tendencias, lo que terminó por desencantar a una sociedad esperanzada en el caudillismo latinoamericano. La realidad ecuatoriana tiene matices muy marcados con respecto a la percepción de la política.

Las promesas incumplidas, el escándalo y el abuso de los recursos han sido la tónica durante años, por lo que el elector espera mucho más que un simple eslogan pintado en la pared. Tampoco lo seducen discursos desgastados y heredados de la guerra fría, en la que el mundo se dividía en explotadores y explotados.

La gente quiere certezas y soluciones a sus problemas más cercanos, pero además busca crear una empatía con quien quiere llegar a un cargo público. Por eso la transparencia jugó un papel importante; muchas campañas apelaron a las emociones y principalmente a la lucha contra la corrupción, tema tan desgastado que ya no tiene el efecto deseado.

Los partidos y movimientos se concentran ahora en buscar a ese líder carismático que los lleve al sillón presidencial y para lograrlo explotarán su imagen hasta el cansancio. Lo importante es que los electores sean quienes marquen la ruta de lo que realmente necesita el país: trabajo, seguridad y bienestar.