Ningún crimen merece calificativos bondadosos. Todos son execrables, todos llevan implícita una perversidad. Algunos no son visibles inmediatamente. Entre estos, el abuso sexual a niños y niñas. Estos crímenes se extienden a quienes estando conscientes de estos actos, los callan, los socapan e incluso hasta los alcahuetean. Estos crímenes de violación de niños se produjeron en Ecuador durante largo tiempo, al amparo de autoridades educativas indolentes y encubridoras.
Las declaraciones de un exministro diciendo que no se habló libremente del tema “para no afectar el proyecto político” son un despropósito completamente inaceptable en una autoridad de ese nivel y con esa responsabilidad; el ejemplo de un mediocre que privilegia una fidelidad a un proyecto, a una persona, sin importarle la afectación perenne que queda en las víctimas de estos actos reprochables.
Otro acto miserable: el obligar a adolescentes a utilizar textos escolares mañosos y tendenciosos, con contenidos llenos de intenciones de conducir a las mentes todavía frágiles de nuestros jóvenes, hacia conclusiones llenas de dogmatismos y de tergiversaciones de la realidad, en función de conseguir adeptos a doctrinas que han fracasado como productoras de seres humanos racionales. Impulsar a un joven, a un niño, a aceptar verdades ajenas durante su etapa de formación, sin darles los elementos de comparación y análisis, es un crimen equivalente a una violación sexual a un infante.
Ing. José Jalil Haas