La consulta popular

Cuando un gobernante tiene que pronunciarse respecto a determinados actos de gobierno o tomar decisiones administrativas en asuntos sobre los que existen criterios demasiado polarizados de la comunidad a la que el gobernante representa como primer mandatario, quizá el camino apropiado sea someterlos a consulta popular, previo al pronunciamiento de la autoridad gobernante, que deberá advertir además si el resultado de la consulta será “vinculante” o simplemente especulativo, para que dicho gobernante pueda tomar una decisión adecuada. Dejemos de lado la supuesta sintonía o conocimiento de las necesidades sociales que debe tener un líder político que aspire a regir esa conflictiva comunidad de intereses muchas veces contrapuestos que es siempre toda comunidad social. La premisa mayor del silogismo será la existencia real del problema o conflicto social que la consulta permitirá esclarecer o evaluar a través de su resultado. Ese es el sentido, por ejemplo, del referéndum independentista o separatista que tratarán de dilucidar los catalanes el próximo domingo, si Rajoy lo permite. Pero en nuestro país, ahora bajo la conducción de un supuesto líder que lo menos que conoce es saber gobernar, las cosas van en un sentido que afrenta el pensamiento lógico. El disparate está en señalar fecha para la “consulta popular” sin que se haya decidido aún sobre qué asuntos deberá pronunciarse el pueblo consultado. Lo insólito: que el presidente Lenín Moreno haya impulsado a las organizaciones políticas o sociales, y a las personas naturales a enviar sus propuestas para ser tomadas en cuenta en las preguntas que él o su Gobierno formularán para la consulta.

El secretario de la Política, Miguel Carvajal, informó haber recibido alrededor de 250 propuestas de diferentes sectores, todo lo cual será sistematizado para entregarlo al presidente Moreno y proceder a su revisión, material que servirá al Ejecutivo para elaborar las preguntas que se presentarán el lunes en la Corte Constitucional (CC) para su calificación previa, adelantándose solo el dato de que el número de preguntas no sería mayor de ocho. Una dilatoria o una muestra más del “estilo” que cree ser “de gobierno“ del encuestador al que los ecuatorianos caímos en el craso error de elegir como presidente.