La comunidad de musulmanes de Cuba celebra discretamente el fin de su ramadán

La comunidad de musulmanes de Cuba celebra discretamente el fin de su ramadan

No hablan árabe y aún no tienen una mezquita real, pero varios miles de musulmanes de Cuba se esfuerzan por celebrar esta semana el fin del ramadán, entre el anonimato y el ingenio.

No hablan árabe y aún no tienen una mezquita real, pero varios miles de musulmanes de Cuba se esfuerzan por celebrar esta semana el fin del ramadán, entre el anonimato y el ingenio.

Entre los tejados de La Habana Vieja se divisa un pequeño minarete que supera un edificio de estilo colonial. Allí se reúnen los musulmanes cubanos desde junio de 2015 cuando el Estado inauguró una sala de oración, falsamente bautizada como la “primera mezquita de Cuba”.

En su interior, las paredes de la gran sala están decoradas con caligrafías árabes y los colores rojo, blanco, verde y negro de la bandera palestina. Sobre una mesa se pueden ver varios ejemplares del Corán en español.

“Salam aleikum” murmura sonriendo Javier, un cubano nacido en el seno de una familia católica, pero que se convirtió al islam hace dos años.

“El texto de la Biblia me parecía incompleto, entonces cambié de religión”, señala Javier explicando el motivo de una decisión que puede ser considerada insólita en una isla en la que el 70 % de sus 11,3 millones de habitantes práctica el sincretismo religioso, mezcla del cristianismo con cultos de origen africano.

“Los turistas pasan a menudo por esta calle y abren los ojos cuando se dan cuenta de que están frente a una mezquita en Cuba”, bromea Ahmed Agüelo, convertido al islam hace 17 años y quien dirige actualmente el culto en esta sala, donde cada viernes se reúnen 200 fieles.

Este espacio vino a coronar una espera de 25 años de una comunidad que tiene entre 4.000 y 10.000 fieles, según cálculos.

Conocido en la isla por ser el “primer cubano que se convirtió al islam”, en 1988, Pedro Lazo recuerda cómo los musulmanes tenían que reunirse “en sus casas” antes de la apertura de este lugar de culto, que funciona gracias al subsidio del Estado cubano.

Durante el ramadán, los musulmanes cubanos enfrentan dificultades para respetar la tradición, como la de romper el ayuno con dátiles, un fruto muy difícil de encontrar en la isla.

“Hay que importarlo todo. La Embajada de Arabia Saudita nos suministra los dátiles, los atuendos tradicionales, la carne ‘halal’. Hamdoulilah se inventa”, explica a la AFP Lazo, que se hace llamar Yahya. AFP