Compras de medicinas

Bien podría decir que “he arado en el mar”, toda vez que desde hace 20 años he comunicado tanto al Ministerio de Salud como a las autoridades del IESS, respecto al sistema de compras que he implementado en la institución en que laboro, que adquiere permanentemente fármacos de excelente calidad y a muy buen precio; pero debo concluir categóricamente, en que nuestra forma de comprar no conviene a las instituciones del Estado al no haber opción al porcentaje o coima que se obtiene utilizando otros métodos vigentes, como los últimos publicitados en las compras del IESS, en donde el sobreprecio ha llegado hasta el 3.000 %.

Debo agregar que jamás se vencen nuestros medicamentos en percha y que prácticamente no hay sobrantes, toda vez que con responsabilidad adquirimos lo que necesitamos.

Ilusos los ecuatorianos que creen que la corrupción ha disminuido cuando en la realidad no solo se mantiene sino se ha incrementado, toda vez que frecuentemente van como directivos a las unidades hospitalarias verdaderos sátrapas y maleantes, cuyo comportamiento haría sonrojar hasta a Alí Babá, en atención a su voracidad incontrolable.

Me ratifico en el hecho de que la subasta inversa es el método más prostituido y perverso en materia de compras, toda vez que se presta a una serie de mañoserías con las que se arregla el proceso para poder adjudicar las ofertas a compadres, ahijados, agnados y cognados, sin considerar el parentesco, sino por el monto de la repartición.

Otro método implementado por la mafia raterófila es la compra de los famosos paquetes, sobre todo en muchos hospitales del IESS, donde se los diseñan mezclando medicamentos e insumos médicos, los últimos de los cuales tienen muy poco control, y que son armados de acuerdo a la conveniencia de los pillastres que serán beneficiarios de la adjudicación.

Sepa usted señor presidente, que es imposible que un comerciante honesto oferte medicamentos o insumos al Estado de manera clara, diáfana, honesta y conveniente para los intereses institucionales, si persiste la troncha y el acomodo. ¡Jamás volverá la honestidad!

Y sigo andando...