Los comerciantes prefieren un impuesto plano

Los comerciantes prefieren un impuesto plano

Los comerciantes de Guayaquil se conformarían si el sustituto de las salvaguardas es un impuesto plano (Flat Tax) que simplifique sus trámites y, de remate, aporte eficiencia a las recaudaciones.

Francisco Zalles, analista económico y MBA, dijo en un conversatorio con una veintena de socios de la Cámara de Comercio de Guayaquil (CCG), que la tasa general que debería aplicarse a las importaciones, como en Chile, debe ubicarse debajo de lo que paga el contrabando, de tal manera que se desincentive esa práctica ilegal y desleal y se suba al barco de la formalidad.

Así, asentaron los asistentes, se favorecerían los ingresos tributarios que, en febrero, volvieron a resbalar, según el Ministerio de Finanzas, lo que agobia aún más al déficit del presupuesto estatal, que se ha visto adolorido por las menores rentas ante el desplome constante del precio del petróleo.

Atrás de toda esta escena vuelve a nombrarse a la dolarización y la evolución de los pilares que la sostienen. Para algunos, la alerta está encendida porque sus cimientos se han debilitado. Se refieren a la decaída de todos los ingresos que aterrizan del exterior (como el crédito externo, exportaciones e inversiones), que son importantes porque riegan monedas verdes a una economía dolarizada, y que, como tal, es incapaz de imprimir sus propios billetes.

Es que, peor aún, esas rentas que inmigran han sido inferiores, en la mayoría de casos, a la masa monetaria que emigra, especialmente por rubros como el pago a las importaciones o por las rentas de los inversionistas que las despachan afuera.

De hecho, el Gobierno impuso las salvaguardas porque, según su visión económica, había que detener la salida de dólares, pues las exportaciones netas (exportaciones menos importaciones) han sido sucesivamente negativas, afectadas aún más por la caída del precio del crudo y la apreciación de dólar, lo que mermó la cantidad de divisas que se necesitan casa adentro.

Sin embargo, Zalles expuso que, por el contrario, hay el suficiente stock doméstico para atender al tamaño de la economía, de hecho existe mucho dinero persiguiendo poca producción, por eso hay inflación. Lo que sí hace falta, asegura, es dar confianza, pues los dólares “están asustados” porque “no sabemos cuáles serán las reglas del juego mañana” y eso se lo puede evidenciar por la (menor) velocidad, conocida como V, a la que se está moviendo el dinero. “Es que si no hay confianza, insistió, no hay consumo, que es el que da bienestar”.

En el coloquio, de 19:00 a 21:00 del martes pasado, Manuel Muñoz, propietario de Almacenes Promociones, manifestó su acuerdo con un tributo plano, y Miguel González, presidente alterno de la CCG, recordó que los comerciantes “han sido muy golpeados en los últimos ocho o nueve años” por los cupos o restricciones a las importaciones, que al final han recortado sus ventas y, en muchos casos, causado desempleo.

Según su tesis, no habrían sido necesarias esas medidas, porque cuando llegan menos dólares, por una reducción de las exportaciones, entonces automáticamente hay menos dólares para importar: un equilibrio natural. Ahora esperan ese impuesto plano, que disipe incertidumbres que vendrían, según ellos, si se impone el mecanismo del timbre cambiario.

Este último es un sistema que le permite al importador traer mercadería, siempre y cuando compre ese timbre, en una suerte de mercado endógeno de subastas. Como el quién da más. Así, en teoría, si alguien está dispuesto a pagar 10 dólares, y otro 12, el segundo ganará, pero, en cambio, le habrá costado un 12 % más su mercadería. El Gobierno lo que intenta es limitar las importaciones al paso que toma el máximo del excedente de aquel importador que dio más.