Coherencia

El 31 de enero los trabajadores de CNT y las “fuerzas sociales”, movimiento indígena, sindicalistas, etc.; aliados del correato hasta 2 años antes de finalizar la “década robada”, salieron a protestar expresando “No a la privatización” por el anuncio realizado por el consejero presidencial, Santiago Cuesta, de concesionar por 20 años por US$ 4.000 millones, a dicho ente de telecomunicaciones.

Entendemos la preocupación de los trabajadores de CNT en cuanto a su estabilidad laboral, pero los preocupados deben ser aquellos que forman parte del tejido adiposo del Estado, es decir, aquellos pipones de cuota política y no de necesidad técnica.

En cuanto a los sindicalistas, en un país con el 65 % de desempleo, y el 35 %, de empleo formal, del cual el 2 % está sindicalizado, se desvanece aquello de la representación legítima del pueblo, porque el sindicalismo no representa al pueblo desempleado y/o subempleado.

Identificados los actores de la protesta, toca dejar en claro la diferencia entre privatización y concesión. Privatizar es vender, poner bajo la explotación y administración del sector privado empresarial, bienes o servicios que eran de propiedad del Estado. Concesionar es arrendar, que el Estado le otorgue la exclusiva a una persona natural o jurídica para la explotación, construcción, de un producto o servicio en una zona. Claros los conceptos, es innegable que necesitamos los 4 mil millones para aliviar en algo la crisis heredada de la década corrupta.

Televisión por cable, servicio de internet, telefonía celular son operados bajo concesión por empresas privadas; utilizan el espacio radioeléctrico que nos pertenece a los ecuatorianos y es administrado por el Estado.

Es hora de desenmascarar a los beneficiarios de la politiquería socialista, clasista, “ponchos dorados y socialistas aburguesados”, que quieren mantener sus privilegios hablando del pueblo. Ya que reclaman por la concesión de los servicios, dejen de usar celulares, internet y televisión por cable, solo así tendrán derecho moral a protestar, porque les sobra discurso pero les falta coherencia.