El médico cirujano Heriberto Orcés no solo atendió a soldados durante su labor en Vietnam, sino también a civiles, en clínicas ambulatorias.

Un cirujano manaba en Vietnam

El médico ecuatoriano Heriberto Orcés atendió a soldados durante uno de los 20 años que duró el conflicto. Hoy ejerce en la clínica Kennedy de la Alborada

Aprovechó el descanso de la tarde y se sentó en una silla en medio del campamento. Estallido. No tuvo tiempo a reaccionar. Un cohete ruso acababa de caer en la tienda de atención de urgencias en la que había estado hace apenas unos minutos. Dos médicos puertorriqueños murieron ese día. Eran sus compañeros.

La guerra es difícil, cruda, sangrienta... Así la recuerda casi medio siglo después el cirujano manabita Heriberto Orcés. Llegó a Vietnam en 1969, cuando la contienda que pretendía evitar una Vietnam comunista tenía ya 14 años de haberse iniciado.

Cuando cursaba el segundo año de su cuarto nivel en Estados Unidos, recibió la notificación. “Si un médico extranjero llegaba como residente a un hospital de ese país, tenía el compromiso de presentarse al servicio selectivo militar”. Él lo hizo a los 31 años.

Para ese entonces tenía una amplía carrera construida en la ciudad que lo preparó profesionalmente, Guayaquil. Había trabajado ya en el hospital Luis Vernaza, en el pediátrico Alejandro Magno y en la Clínica Guayaquil. Incluso tuvo de colega al doctor Roberto Gilbert.

Profesionalmente estaba casi listo. Recibió siete semanas de entrenamiento adicional en su rama antes de ir a la guerra. Incluso así, le es imposible no mencionar la palabra ‘dolor’ cuando habla de esta experiencia, que duró exactamente un año, del 12 de febrero de 1969 al 12 de febrero de 1970.

Viajó 25 horas para llegar. Todavía recuerda la ruta: Nueva York, San Francisco, Polo Norte, Japón, Okinawa... Vietnam. “Lo primero que vi fueron lagos. O eso creía yo. En realidad eran cráteres creados por las bombas”.

¿Tuvo miedo? Claro que lo tuvo. Ya en tierra, ese sentimiento se intensificaba al temblar el suelo cuando los aviones T52 bombardeaban la zona, a kilómetros de distancia. “Era como cien bombas, de cien libras cada una”.

Cerca del campamento tampoco se sentía a salvo. “Aunque una compañía nos protegía, un día nos atacaron. Pudimos advertirlo a tiempo”. En noches muy tensas, dormía en tanques de metal puestos como túneles a un lado de las tiendas.

El temor era no volver a casa. “Pero nunca pensé en no ir... Me dieron la oportunidad de servir, ¿por qué negarme?”.

Orcés fue asignado a la división de combate Americal. Perteneció al batallón médico 23, un grupo en el que tuvo como compañeros a los cubanos Gastón Cárdenas y Marcos Barroca y al mexicano Héctor Navas, sus amigos entrañables hasta estos días.

Su campamento era itinerante. “Nos movíamos con los soldados, de acuerdo con las necesidades. Los heridos llegaban en helicóptero. Los estabilizábamos y los embarcábamos de nuevo, rumbo para hospitales quirúrgicos”. En uno de esos viajes sintió cómo las balas topaban la base de la aeronave.

Vio a mutilados de piernas y brazos, a soldados con caras deformadas... Sin embargo, la parte más triste era cuando, una o dos veces al mes, debía registrar cadáveres. “Chicos de 19, 20, 21 años, que debieron ir allí obligados”. Se calcula que en Vietnam murieron 5,7 millones de personas, de las cuales 58.159 fueron soldados norteamericanos.

“A veces también debíamos estabilizar a enemigos. Otras, ayudábamos a vietnamitas civiles, en parroquias y zonas rurales. Lo hacíamos en clínicas ambulatorias”.

No todo fue gris el año que estuvo en Vietnam. Había noches tranquilas cuando la luna llena iluminaba los campos. No se atrevían a atacar. “Tomábamos cerveza y escuchábamos música, Beatles o un poco de blues”. También invertía el tiempo libre en escribirle cartas a su mujer, quien lo esperaba en Estados Unidos. La correspondencia era gratis y diaria.

Una vez acabado el servicio, vino dos años a Ecuador, pero la vida militar lo había conquistado. Así que regresó a Estados Unidos y se enlistó en la Fuerza Aérea de ese país. Fue cirujano de esa entidad desde 1982 hasta 1998. Allí también sirvió en Turquía, en la época de la guerra del golfo Pérsico, que solo duró seis meses.

Hoy, Heriberto Orcés ejerce su profesión en la clínica Kennedy de la ciudadela Alborada; realiza voluntariado en su natal Bahía de Caráquez, en Manabí; y todavía es residente estadounidense. Un innegable héroe de guerra del bisturí.

Para saber

Estudios

Se graduó en el colegio Vicente Rocafuerte en 1952 y egresó como médico de la Universidad de Guayaquil en 1963. Obtuvo además un diplomado en Cirugía en Estados Unidos.

Reconocimiento

Fue condecorado con la estrella de bronce por la Fuerza Armada americana, por su participación en Vietnam.

Altruismo

Hasta la actualidad realiza cirugía caritativa en Manabí.