China vs. el Consenso de Washington

En 2013, el presidente Xi Jinping infundió ánimo a muchos economistas occidentales al comprometerse con un “papel decisivo” para el mercado dentro de la economía china. Tras cuatro años las expectativas de una reforma significativa se han frustrado; la influencia del Estado en la economía ha aumentado considerablemente. Pero la economía china continúa creciendo a ritmo acelerado y probablemente lo siga haciendo. Si es así, las presunciones de larga data sobre el equilibro óptimo entre mecanismos del Estado y del mercado a la hora de fomentar el desarrollo económico resultarán seriamente cuestionadas. La crisis financiera de 2008 fue un golpe a la fe en los mercados financieros totalmente libres. Pero las presunciones neoliberales, base del Consenso de Washington, siguen colándose en muchos comentarios occidentales sobre la economía de China. Una liberalización más profunda del mercado financiero, se dice, disciplinaría mejor la economía real y conduciría a la distribución más eficiente del capital. La liberalización de las cuentas de capital impediría la inversión ineficiente en proyectos domésticos de bajos retornos. Y reducir el papel de las empresas de propiedad del Estado (SOE ) daría lugar a innovación y dinamismo económico. Sin embargo, las historias originales de éxito en el este de Asia -Japón y Corea del Sur- se enriquecieron ignorando gran parte de estas prescripciones políticas. Se mantuvo a las finanzas a raya; se dirigió o se orientó el crédito para respaldar objetivos industriales específicos definidos por el gobierno; se alimentó la industria nacional mediante protección arancelaria y se la obligó a competir de manera agresiva por los mercados extranjeros. China está intentando seguir ese camino de rápido progreso económico, pero su tamaño le exige alejarse de un modelo de crecimiento predominantemente impulsado por exportaciones en una etapa más temprana del desarrollo. Para cumplir con este desafío, intenta utilizar una combinación pragmática de incentivos de mercado y dirección estatal. La deuda no financiera creció de menos del 150 % del PIB en 2008 a más del 250 % hoy y podría derivar en evaporación de la confianza y serio estrés financiero. Frente a estos riesgos, cualquier predicción de crecimiento a largo plazo es incierta, y puede producirse una desaceleración, que deliberadamente podría limitar aún más el crecimiento del apalancamiento, con un impacto depresivo importante en la economía global. Pero las herramientas que China tiene para manejar la desaceleración y mantener un crecimiento sólido a mediano plazo, no deberían subestimarse. La mayor parte de la deuda corporativa es de empresas estatales que le deben a bancos estatales, con vínculos limitados entre los sistemas bancarios chinos y en el exterior. Así será mucho más fácil implementar una reestructuración sin provocar una crisis que se retroalimente. Y el perfil demográfico de China hace que el mercado laboral se ajuste marcadamente, una rápida crecida de salarios reales facilitará un crecimiento sólido de la demanda doméstica sin creación excesiva de crédito. Si China hubiera abrazado de manera más integral las prescripciones del Consenso de Washington en los últimos diez o veinte años, su crecimiento económico habría sido considerablemente más lento. Hay que tener esto en cuenta.