Chavismo venezolano

El domingo pasado se realizaron los comicios presidenciales en Venezuela, tal como enfatizó el presidente y candidato a la reelección, Nicolás Maduro -“llueva, truene o relampaguee”-, en un ambiente de tranquilidad y orden, con centenares de observadores internacionales que verificaron la modernidad y tecnología del sistema para receptar y procesar los votos. De allí que resulte carente de razón la posición del Grupo de Lima, integrado por los 14 gobiernos de derecha de Latinoamérica: Argentina, Brasil, Chile, Paraguay, Perú, Colombia, Panamá, Guyana, Costa Rica, Guatemala, Honduras, México, Canadá y Santa Lucía, al suscribir un comunicado en el que “no reconocen la legitimidad del proceso electoral desarrollado en Venezuela el pasado 20 de mayo, por no cumplir los estándares internacionales de un proceso democrático, libre, justo y transparente”, decidiendo llamar a consultas a sus embajadores en ese país, y actuar para bloquear fondos internacionales destinados a Venezuela, postura de hecho que constituye el más cínico acto de sabotaje y arbitrariedad, completamente al margen del derecho internacional y del principio de “no intervención en los asuntos internos de otros Estados”; así como quebrantamiento flagrante del principio de solidaridad entre pares que debía regir en la comunidad latinoamericana. Es un descarado acto intervencionista de la derecha neoliberal latinoamericana. Apostaríamos que salió del despacho del presidente Macri, opositor acérrimo del régimen socialista venezolano, quien antes ya intentó sacar a Venezuela de Mercosur y Unasur, a lo que se ha opuesto con firmeza nuestro país, tanto durante el gobierno del expresidente Rafael Correa, como en el actual de Lenín Moreno, que por lo menos en política exterior ha evitado caer en el error de irse contra todo lo hecho por su predecesor. Venezuela atraviesa serios problemas, especialmente en producción y abastecimiento alimentario, causados sobre todo por el boicot empresarial de quienes no quieren aceptar el respaldo popular al presidente Maduro -digno heredero y continuador de la revolución chavista- y se cierran en una oposición ciega, preocupada más de proyectar la imagen de un país en crisis, que de tratar de contribuir honorablemente a sus soluciones.