Cerebro - máquina, un camino cada vez más corto.<br />

Cerebro - maquina, un camino cada vez mas corto.

Un nuevo trabajo augura que una persona tetrapléjica pueda controlar una silla de ruedas con su propio cerebro está muy cerca de lograrse.

En el 2014, el equipo de Miguel Nicolelis, de la Universidad de Duke, anunció con bombos y platillos que una persona parapléjica, equipada con un exoesqueleto controlado con la mente, haría el saque de honor del Mundial del fútbol de Brasil.

El esperado momento pasó sin gloria. ¿Por qué? Una joven de veinte años, metida en un aparatoso traje, dio un pequeño empujón al balón desde una esquina del estadio y no logró conquistar las cámaras. Apenas se le otorgaron cinco segundos que pasaron inadvertidos a la mayoría de los televisores.

El proyecto de Nicolelis fue recibido con escepticismo y sus colegas empezaron a preguntarse si la interfaz cerebro-ordenador estaba tan avanzada.

Como pioneros en el campo, el equipo de Duke ha dado la cara nuevamente. Esta vez con un trabajo publicado en la revista Scientific Reports, en el que asegura haber logrado una IMC (interfaz inalámbrica cerebro-máquina, que permite a un mono controlar los movimientos de una silla de ruedas robótica con el pensamiento.

Con este trabajo auguran que una persona tetrapléjica pueda controlar una silla de ruedas con su propio cerebro está muy cerca de lograrse.

¿Cómo lo lograron? Implantaron una serie de electrodos a dos monos para registrar la actividad de sus neuronas. Después, los sentaron en una silla de ruedas para que observasen pasivamente mientras se movía de un lado a otro, ayudando así a programar el sistema de comunicación entre la máquina y el animal. Después, los monos fueron capaces de mover la silla con sus pensamientos y mejoraron sus movimientos con la práctica.

El análisis de las señales eléctricas del cerebro de los monos mostró que, además de asimilar el aprendizaje de los movimientos que se habían considerado inicialmente en el experimento, aparecieron indicios de que los primates estaban contemplando la distancia desde su posición hasta el recipiente con uvas.

Según Nicolelis, estas señales, que fueron una sorpresa, “demuestra la enorme flexibilidad del cerebro para asimilar un dispositivo, en este caso una silla de ruedas, y las relaciones espaciales del dispositivo con el mundo que lo rodea”.

En el experimento actual, se registró la actividad de 300 neuronas en cada uno de los monos. Ahora, los autores del estudio quieren ampliar el número de neuronas para incrementar la precisión del interfaz cerebro-máquina. Después, intentarán implantar el dispositivo en humanos.