El cemento

Llenos de entusiasmo empezamos un año nuevo y es inevitable no desear que se conviertan en realidad tantas cosas, en especial las que creemos que son esencialmente necesarias. Como por ejemplo la necesidad que tienen todas las ciudades de salvar y promover las áreas verdes, el confort, la armonía con los espacios y la eficiencia a largo plazo.

Hay sectores en que parece que nos inundamos de cemento. Entiendo perfectamente la legitimidad de querer ganar tanto dinero en la empresa de la construcción, sin embargo, algunos de los proyectos alrededor del Mall del Sol, por ejemplo, lucen con poco espacio para que la gente pueda transitar, aparcarse y sobre todo poder escapar de situaciones de emergencia.

Recuerdo que gira una polémica en relación a una zona en particular en la que se había prometido no vender un área que proporcionaba luz y brisa; sin embargo hoy está construyéndose sobre ella.

Los especialistas urbanos en todo el mundo deberán abrirse paso para opinar con voz alta y fuerte y generar apoyo de la ciudadanía para evitar “progresos” que nos resten la luz del sol y el aire fresco. Entiéndase que no estoy deseando un paraíso, estoy pretendiendo elementos básicos que tienen que considerar para no construir de determinada forma y para no conceder permisos si se viola un sano y eficiente progreso.

Pasa en la playa también. ¿Cuántas barbaridades se hacen en nuestras costas? ¿Cuánto cuesta “obtener” un permiso para enterrar una torre de cemento en zonas donde no hay suficiente servicio de agua potable y se los vende como departamentos?

Mirar más allá de las narices a algunos alcaldes de la provincia Santa Elena parece que les resulta imposible. ¿Se han dado cuenta de que en los últimos años son los mismos? ¿Alguien se ha detenido a preguntar cuánto han mejorado su nivel de vida a costa de pensar en el futuro y salud de la sociedad?

Tenemos derecho a respirar sanamente, a transitar holgadamente, a vender y prosperar. Pero no estamos obligados a morir ahogados en cemento.